La vida del físico teórico Robert Oppenheimer es magníficamente expuesta en la película dirigida por Christopher Nolan en la que durante tres horas se descubren los aspectos científicos, políticos y morales que acompañaron a la fabricación y uso de la primera bomba atómica de la historia.
Fue un día triste y miserable aquel 6 de agosto de 1945. La primera bomba nuclear descendía sobre la ciudad de Hiroshima levantando aquel gigantesco hongo de destrucción masiva, de muerte y tinieblas, sobre la ciudad japonesa.
Oppenheimer es un tipo inteligente, comprometido con las causas que combatían a los totalitarismos ahora hace un siglo y atormentado por el impacto destructivo de la bomba que él había impulsado al frente de una comunidad científica, secreta, que fabricó el artefacto en Los Alamos, una ciudad construida en pocos meses en las campas desérticas de Nuevo México.
En el proyecto Manhattan, dirigido por Oppenheimer, concurrieron físicos, militares, políticos y otros científicos que consiguieron fabricar el arma más mortífera de todas las que se habían conseguido hasta entonces. Son muy interesantes las discusiones entre los físicos y tiene especial relevancia la relación de Oppenheimer con Albert Einstein que conoció el alcance del invento.
Una segunda bomba nuclear volvía a sembrar la muerte tres días después de aquel fatídico 6 de agosto en la ciudad de Nagasaki provocando la rendición incondicional de Japón. Se terminaba la Segunda Guerra Mundial que había causado decenas de millones de muertos en todos los continentes.
Unas 140.000 personas murieron como consecuencia de aquellas dos explosiones convirtiendo en auténticas zonas cero dos ciudades japonesas que 78 años después están recordando con horror aquella tragedia. Oppenheimer tiene muchas dudas morales al visualizar los estragos que puede producir su invento. En su entrevista con el presidente Truman le expone sus reservas éticas pero en su entrevista en la Casa Blanca el presidente le dice que él es el responsable de haber arrojado las dos bombas atómicas. Así ha precipitado, dice, la rendición incondicional de Japón y la vuelta a casa de los miles de soldados norteamericanos.
El argumento para recurrir al terrorífico instrumento letal fue que precipitaría la rendición de Japón y se evitaría la muerte de un millón de ciudadanos del imperio japonés que se alió con Hitler para dominar China y todo el sudeste asiático.
Las dictaduras perversas que se habían instalado en Alemania y en Japón en los años treinta terminaron. Es cierto. La victoria de los aliados europeos, Rusia, China y demás países que hicieron la guerra al nazismo fue muy bien recibida por todos los pueblos que vivieron las invasiones y barbaridades de las tropas nazis o japonesas.
Pero la gran cuestión es si había que utilizar la bomba nuclear para precipitar la rendición nipona. Dice el filósofo Tzevetan Todorov que las bombas democráticas son igualmente perniciosas que las bombas de las dictaduras. Matar a inocentes es siempre reprobable.
Oppenheimer se refugia en la idea de que una vez arrojada la primera bomba, la humanidad quedaría tan horrorizada que no volverá a recurrir a las armas nucleares. Sentaba la idea de la “destrucción mutua asegurada” que acabaría sembrando el planeta de países con arsenales atómicos. Recurre a la fábula de dos escorpiones dentro de una botella. Ninguno de los dos morderá al otro porque morirían los dos. En plena guerra fría sostiene la idea de crear una organización internacional para controlar la creación de bombas nucleares.
Lo cierto es que aquellas dos bombas provocaron el rearme de muchos países que hoy disponen de arsenales atómicos. No se ha utilizado nunca más como instrumento para eliminar al adversario o enemigo. Pero ahí están y siempre pueden volver a utilizarse. La historia demuestra que ningún arma inventada hasta ahora se ha utilizado una sola vez.
Entre los países que disponen de armas atómicas están Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, India, China, Pakistán, Israel y Corea del Norte. La larga guerra fría se tradujo en un rearme nuclear de los más poderosos que construyeron sus letales arsenales con la idea de la persuasión. Si una potencia tenía arma atómica se sentía más protegida.
Pero lo cierto es que el mundo es hoy más inseguro. Irán puede disponer de la bomba nuclear y otros países más pequeños pueden planear el dotarse de estas armas de destrucción masiva. Y lo que es más inquietante, nadie puede estar seguro de que las fórmulas para disponer de ella caigan en manos de organizaciones terroristas o de movimientos que quieran imponer sus ideas a través de estos artefactos que siembran la muerte colectiva allí donde caen.
Por muchos esfuerzos que hagan las potencias nucleares para desprenderse de sus arsenales, siempre quedará esta fórmula diabólica para que alguien, en alguna parte del planeta, la utilice de nuevo. Estados Unidos derrotó a Japón que había causado millones de muertos en China y en todo el sudeste asiático llegando hasta Filipinas.
Visto con perspectiva histórica, aquellas bombas fueron la simiente de nuevos conflictos que laten en toda la tierra. Puede que fuera una decisión necesaria. Pero fue también una acción de guerra precipitada, terrible, inhumana, que no es un motivo de orgullo para Estados Unidos.
Es positivo, sin embargo, que podamos ver los entresijos de aquel invento, las luchas ideológicas del siglo pasado, el papel de los políticos y también las habituales envidias entre los más sabios de los científicos. Oppenheimer no es el responsable de arrojar las bombas pero es el inventor al que persiguen las consecuencias políticas y morales de su experimento.
No solament son las bombas que destrueixen el homo Sapiens,las sectas religiosas manipulan la ment humana i la destrueixen amb més força alegan que el seu Déu es el millor.
Que titulo mas mentiroso: «la primera bomba atómica de la historia que cayó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945». No cayó la tiraron.
Creo que este horror ha salvado muchas vidas.
Se ha domesticado la fisión nuclear hasta cierto punto,Pero no la fusión nuclear, que es menos radioactiva. Es la gran esperanza blanca de a energia. Es cuestión de presupuesto y de los petrodolares.
Sr. Foix
Antes he escrito: se olvida… No me refería a usted, era en geberal, es decir: nos olvidamos de la capacidad de destrucción por otros medios. Claro que el riesgo de una guerra nuclear equivale a ka posible desaparición de nuestra especie u muchas formas de vida.
Buenas noches Sr. Foix
Era inevitable que alguien inventara la bomba atómica. La posibilidad estaba descrita en la ecuación E=mc2 que Einstein dedujo hacia 1905. Alemania lo intentó, pero no lo consiguió. Einstein, según varios autores, le comunicó al presidente Roosevelt el riesgo de que Alemania dispusiera de esa arma.
Se olvida que Tokio quedó arrasada mediante bombardeos convencionales. Igual que ciudades como Hamburgo.
El problema es la guerra y los conflictos que no sabemos resolver con fraternidad y negociación.
El deseo interminable del que habla José Antonio Marina en su último libro, que es el poder.
Nuestra especie no se podrá considerar inteligente si es incapaz de construir una sociedad mundial justa y fraterna. En ella no pueden existir nacionalismos, patrias, banderas y enemigos, solo seres que se aman y comparten la vida para ayudarse a ser todo lo felices que puedan ser. Eso implica también libertad y responsabilidad.
Saludos