La política no es el resultado de las matemáticas, sino una red de consensos y de acuerdos que hacen posible el progreso y la convivencia en una sociedad democrática. Una de las aportaciones incuestionables de Europa al mundo después de haber incubado dos cruentas guerras mundiales el siglo pasado es el Estado de bienestar. Gracias a los pactos entre conservadores y socialdemócratas se ha construido un relato sobre la distribución equitativa de la riqueza, un sistema educativo del que nadie quede descolgado, una sanidad al alcance de todos y una garantía de que los mayores reciban una pensión después de largos años de trabajo.
Así lo creían la generación de Jacques Delors, Helmut Schmidt, François Mitterrand, Helmut Kohl, Olof Palme, Felipe González, Harold Wilson, Shimon Peres y hasta cierto punto Angela Merkel. La economía social de mercado y la solidaridad entre la Europa más rica y la más precaria fueron los ejes que han mantenido el equilibrio en un continente que ha conseguido restañar las heridas de guerras atroces, cuyo número de víctimas directas o indirectas se calcula en más de ochenta millones de europeos en menos de un siglo.
La crisis que estalla en el 2008 en Estados Unidos ha afectado a una Europa, ampliada por razones históricas y de solidaridad, que no ha sabido responder a los retos planteados por una pérdida de competitividad económica frente a los gigantes asiáticos. Y por un desequilibrio demográfico que ha llevado a necesitar mano de obra de fuera y, a la vez, ha suscitado el nacimiento de partidos de extrema derecha, que tienen en común el rechazo a los migrantes que se juegan la vida para alcanzar horizontes de vida más dignos. Supongamos que todos los que han llegado en este siglo abandonaran el país en unos meses. El descalabro social y económico sería enorme.
Ante este panorama es lícito preguntarse a qué dedican sus esfuerzos los políticos para afrontar los problemas de fondo que detecta cualquier analista imparcial.
Nuevas elecciones o un pacto de Estado con todas las fuerzas para reformar y salvar la Constitución
Las socialdemocracias nórdicas están desfiguradas. En la modélica Finlandia la extrema derecha está en el Gobierno y en Suecia los “demócratas de Suecia” apoyan desde fuera una coalición de centroderecha. En Dinamarca, los socialdemócratas gobiernan con los liberales y moderados. Los Países Bajos celebrarán en unas semanas elecciones anticipadas. El debate común en esos países es la inmigración y el temor a perder la identidad, el miedo al otro y a la cultura que trae.
El Brexit, un error según todas las encuestas británicas, forma parte de esta tendencia supremacista a sentirse superior a los demás. No sé qué ocurrirá con las dos investiduras que tendrán lugar en España en los próximos meses. Núñez Feijóo la da por perdida. Y Pedro Sánchez está ya mendigando el apoyo de partidos minoritarios, algunos de los cuales no se sentarían juntos ni para tomar un café.
Esto no puede salir bien y el mal menor, en mi opinión, pasa por la celebración de nuevas elecciones o un pacto de Estado que comporte la reforma de la Constitución, con la participación de todas las fuerzas políticas, sociales y económicas que busquen grandes acuerdos en varios temas básicos y, sobre todo, que no piensen en las próximas elecciones, sino en las siguientes generaciones. La amnistía, el referéndum y las peticiones de los socios de investidura tienen una lógica política, pero solo son apaños para salir del paso y asegurar otra legislatura para Pedro Sánchez. No estoy seguro de que sea lo que más convenga al PSOE ni a la estabilidad política en España.
Publicado en La Vanguardia el 20 de septiembre de 2023
Sr. Foix, ens ha deixat Antoni Vila Casas. Un grand referent d´Homenot Catalá.
Que en s pot esplicar?
Si hem de sentir la veu dels envellits polítics espanyols,aquesta Espanya té pocs dias de vida,I la nova generació de polítics no treu el cap dins d’aquest galimaties. Un nou paradigma podria ser renovar la Constitució per recollir la veu del poble.
A mi lo que me pasa Sr. Foix es que ya no creo en este sistema tal y como ha degenerado en españa (y en Catalunya). Esto ya no es democracia, es otra cosa. La partitocracia copada por personajes de dudosa solvencia intelectual y moral ha corroido toda una sociedad que malbebe de unos medios de comunicacion arruinados la mayoria de las veces.
Sin duda estamos en un momento que necesita un viraje valiente pero…. apañados estamos tots plegats!
Penumbra y vuelo gallinaceo. Cagada pastoret.