Empieza el tiempo de Sánchez tras la derrota de Feijóo en su intento frustrado de ser investido presidente. Era improbable que el Partido Popular llegara a formar gobierno con la mochila de Vox que ahuyentó a la posible muleta del PNV con quien habría redondeado una mayoría. Le faltaron cuatro votos y se quedará en la oposición.
El parlamentarismo se rige por un inexorable principio matemático y Feijóo no logró superar el listón de los 175 diputados. Habrá que ver si la decisión de Pedro Sánchez de no intervenir en la investidura ha sido inteligente políticamente. Lo mismo cabría decir de la vicepresidenta Yolanda Díaz, líder de Sumar. Colocarse en el banquillo puede ser una táctica preservándose para mejor ocasión. Pero el partido es el del que lo juega. Antonio Gramsci lo sabía muy bien.
Empieza la cuenta atrás para unas nuevas elecciones en el caso de que Pedro Sánchez no consiga articular una mayoría de 176 diputados de obediencias políticas distintas y dispares que no tiene aseguradas. Napoleón preguntaba antes de nombrar a un general si tenía suerte. Es un factor que el intrépido corso valoraba mucho.
Pedro Sánchez tiene suerte, audacia, voluntad y una ya larga experiencia en superar los obstáculos más inesperados. Se sobrepone a las adversidades. Cambia de criterio sin rubor y conoce las tácticas maquiavélicas mejor que nadie. Huele y rastrea los atajos que llevan al poder.
No le quitan el sueño el cambio de circunstancias porque duerme tranquilamente pactando con socios que no pensaba tenerlos en el gobierno o pedirles apoyo para ser investido. Tiene más de una barrera que saltar. La primera y más importante es que solo dispone de 123 diputados socialistas y necesita llamar a muchas puertas para llegar a los 176. Tácito decía hace veinte siglos que “nada hay tan débil e inestable como la fama de una potencia que no se funda en su propia fuerza”.
Los votos de Yolanda Díaz y de Sumar los puede dar por descontados. Luego tiene que pasar el rastrillo por el caladero vasco, EH Bildu y el PNV, que navegan por mares alejados ideológicamente y socialmente. Van a aumentar el precio del apoyo pero sin negárselo. En principio está dispuesto a pactar una amnistía con Junts y ERC, seguramente con otro nombre y con fórmulas jurídicas aceptables. Pero la cuestión de un referéndum, sin fecha y sin pregunta, se presenta más compleja.
Lo importante con los independentistas catalanes, imprescindibles para ser investido, no es lo que les prometes o les das sino si con lo que pactas es suficiente para tener una legislatura sin mayores sobresaltos.
Lo cierto es que a estas horas no se sabe si Junqueras y Puigdemont rebajarán su planteamiento de máximos o bien negociarán con la idea de ceder para nacer posible el acuerdo. A partir de ahora, Sánchez hará todo lo posible para ser presidente pero, si no lo consigue, el reloj de las elecciones indica que volveríamos a las urnas el 14 de enero.
El fantasma de una nueva consulta volverá a aparecerse a todos los que propician el bloque presidido por los socialistas de Pedro Sánchez. Puigdemont y Junqueras van perdiendo votos en las dos últimas elecciones y puede que no les interese retratarse nuevamente en una consulta precipitada. El soldado Sánchez se puede salvar, más por los miedos de sus eventuales aliados que por el contenido de las negociaciones que están en marcha.
La maquinaria electoral de todos los partidos se pondrá en marcha a partir de ahora. Las posibilidades de un desacuerdo entre Pedro Sánchez y los independentistas catalanes son muy altas y el 14 de enero es un espectro que no desaparecerá mientras la próxima investidura no esté asegurada.
Confuso e incierto se presentaba el reinado de Witiza, decíamos en aquel bachillerato en el que se nos exigía saber de memoria el nombre de todos los reyes godos.