La fuerza diabólica de la guerra se alimenta del odio, del terror y de la incapacidad de comprender las razones del adversario o del enemigo al que hay que derrotar, humillar o eliminar. Es inútil predecir si el brutal ataque de Hamas, cruzando la supercontrolada frontera entre Gaza e Israel y asesinando a más de 1.400 judíos, va a derivar en un conflicto de dimensiones desconocidas.
La llegada prevista para hoy del presidente Joe Biden a Israel no es solo la confirmación del apoyo militar, económico y político de Estados Unidos a su más firme aliado, sino un gesto desesperado para evitar que el conflicto se convierta en la mecha que encienda el polvorín de una conflagración incontrolable.
El caótico ir y venir de Antony Blinken por capitales árabes e Israel, como hiciera Kissinger hace más de medio siglo, es un indicio de la magnitud de la crisis que ha obligado a Biden a acudir en persona al epicentro de los hechos, corriendo riesgos físicos y políticos. Es un momento crítico para Israel, para los palestinos, para la región, para Europa y para el mundo.
Shlomo Ben Ami hablaba el otro día de las “memorias holocáusticas” que no se han borrado de la mente de los judíos. Hitler los quiso eliminar a todos. Mató a seis millones, que representaban el 40% de los que vivían en el mundo en los años cuarenta del siglo pasado. Desde el primer Congreso Sionista de Basilea en 1897, organizado y presidido por Theodor Herzl, el sionismo se propuso establecer para el pueblo judío un hogar seguro pública y jurídicamente en Palestina. La declaración Balfour de 1917, en plena Gran Guerra, abría el camino para que el sueño se convirtiera en realidad. El Holocausto y la llegada masiva de judíos a Palestina condujeron a la creación del Estado de Israel, aprobado por las Naciones Unidas y bendecido por los vencedores de la guerra, desde Truman hasta Churchill pasando por Stalin. El primer telgrama de felicitación llegó del Kremlin.
Las memorias de Golda Meir relatan la epopeya de los pioneros que llegaron a Palestina hace un siglo y las dificultades que encontraron para compartir la tierra que durante siglos había sido habitada por árabes y palestinos que dependían del imperio otomano, que se hundió en 1917. La posesión de la tierra, más que las ideologías, es la causa de la mayoría de las guerras. Demasiada historia, tan poca geografía y muchos odios acumulados.
El terrorismo indiscriminado y criminal de Hamas el 7 de octubre provocó la declaración del estado de guerra de Netanyahu, que está decidido a invadir Gaza, con más de dos millones de palestinos que sufren los bombardeos israelíes y una huida forzada hacia ninguna parte, sin agua, sin alimentos, sin electricidad y sin techo. Es una reacción desproporcionada, que no cumple con las convenciones de Ginebra que protegen a las víctimas civiles de las guerras, que en medio de su horrible crueldad tienen sus reglas.
Biden llega a Israel para apagar fuegos. Ha dicho que Hamas no representa a todos los palestinos y que hay que reemprender el objetivo de crear un Estado palestino, tal como se acordó en Oslo en 1993.
La flota norteamericana en el Mediterráneo oriental no apoya solamente a Israel sino que es una fuerza disuasiva para que el conflicto no se amplíe a Líbano y Siria, con Irán alimentando el odio y el desprecio a todo lo que signifique la civilización occidental. Y Putin, frotándose las manos, en visita a China, mientras anexiona por la fuerza tierras ucranianas que no quieren depender del Kremlin.
Publicado en La Vanguardia el 18 de octubre de 2023
Leo que Egipto sugiere mandar a los palestinos al desierto del Negueb.
Veo en el Capitolio a la policia «en bicicleta» dispersar a los manifestantes propalestinos.
Lo leo, lo veo y me lo creo. Lo increible pasa a ser lo habitual.
Quizás nos tengamos que plantear quien se equivocó: Dios escogiendo el pueblo de Israel como pueblo y prometien doles una tierra en propiedad o Las Naciones Unidas trazando unas fronteras que no son asumidas ni por unos ni por otros. ¿? ¿Son viables dos estados con estas fronteras? ¿ Con estas mentalidades?
Todo això per cause de un fanatisme religiós que absorbeix les ments de las comunitats hebrea i musulmana, que odian la pau i promouen la guerra incitant al odi.
FEU L’AMOR NO LA GUERRA