La política tiene la manga muy ancha y está construida sobre imprevistos. La sorpresa de lo inesperado no debe ser anestesiada, comenta Edgar Morin en sus Lecciones de un siglo de vida. A los profetas mediáticos modernos los trituran los historiadores, que se ocupan de lo que pasó y no de lo que los artífices de las metáforas predijeron. Que la investidura del Gobierno de España dependiera de la voluntad de un prófugo de la justicia española no está escrito en ninguna novela de Graham Greene o John le Carré. Esto puede ocurrir en los próximos días como la gran paradoja de la historia reciente.
No sé qué pensarán cuantos ministros y diputados socialistas han defendido y se han paseado por el mundo explicando por qué los hechos del 2017 eran un ataque a la democracia. El poder judicial celebró un largo proceso que acabó en duras condenas penales para quienes infringieron la ley y estuvieron unos años en prisión, que abandonaron tras los indultos concedidos por el gobierno de Pedro Sánchez.
La amnistía que se está tramitando con sigilo y con pequeños gestos graduales como la reunión entre el número tres del PSOE y Carles Puigdemont en Bruselas es un salto cualitativo muy notable porque indica la voluntad de Pedro Sánchez de alcanzar muy pronto su investidura al precio de desdecirse de lo que prometió varias veces en campaña. Amnistía, no, dijo y repitió en debates y entrevistas. Pues amnistía sí, en nombre de España y haciendo de la necesidad virtud. No sé si los inspiradores de esta estrategia leyeron aquella reflexión de Maquiavelo cuando escribe que “los hombres obran el mal, a menos que la necesidad les obligue a obrar el bien”. El mal y la tentación del bien, decía Todorov.
La amnistía puede ser considerada como una necesidad para resolver la vieja cuestión catalana o para facilitar la convivencia en Catalunya y poner el contador a cero de los hechos de octubre del 2017. Pero cualquier persona informada sabe que no es así y que esta prometida amnistía es el precio de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
El problema no es la amnistía en sí misma, sino las motivaciones con las que se ha planteado. Argumentar que si no hay amnistía se irá a nuevas elecciones y que pueden venir la derecha y la extrema derecha es admitir que el Partido Socialista y los independentistas que le prometen el apoyo perderían votos y escaños si esta política se sometiera a las urnas en unos meses.
La visita a Bruselas de Santos Cerdán, secretario de organización del PSOE, ante un Puigdemont sonriente y con las llaves del próximo gobierno en su bolsillo, puede beneficiar a Pedro Sánchez, pero, a la vez, fomentar una potente corriente crítica en el partido socialista y en su electorado.
¿Por qué? Porque ante la generosidad del Estado, el independentismo que representa Puigdemont no ofrece nada a cambio. Ni siquiera una renuncia al referéndum o un reconocimiento de que algo se hizo al margen de la ley en los hechos de octubre de 2017. La política lo tolera todo y ha convivido siempre con la corrupción de unos y otros. Pero el Estado, por muy torpe e injusto que pueda ser, no pierde batallas. Y el gobierno de turno, el que sea, solo es una parte de la estructura de poder que tiene muchas maneras de actuar cuando se pretende destruirlo desde dentro.
Publicado en La Vanguardia el primero de noviembre de 2023
«prófugo de la justicia española». Hoy si li ha dicho con todas las palabras. Parece que el concepto ha cuajado. Sabemos que es un caramelo envuelto en mentiras o medias verdades. Que Puidemont se marchó antes de ser requerido y detenido. Que no se fue en el asiento trasero del coche. Que lo del maletero es una mentira podrida. Que como el dia del referendum hizo simplemente in cambio de coche. Que se ha presentado a todos los «requerimientos de la justicia europea», es decir, de acuerdo con las leyes europeas y por tanto españolas, que esto que llama justicia española no es justicia ni española. que responde a una interpretacions sesgada de la ley y del concepto de España.
Sort que tenim una jove reina que arreclara aquesta disbauxa.
Cuando gobierna La NADA.
Estamos en manos de perdedores y si en las afueras de esta partida de trileros hubiere algun ganador tampoco es mejor.
De hecho el sistema esta petado y la division de poderes tambien.
La cosa aguanta por que no hay recambio, de momento, para una democracia de letrina en un pais de traca, patinete, banderita y ball de bastons.