Todos los genios del fútbol han pasado largas temporadas de baja por lesiones. Quizás Leo Messi fue el que más resistió a la dureza de un juego que castiga los pies, las piernas y las rodillas. Y también la cabeza y el ánimo. Sugiero que algún damnificado se decida a escribir algo así como unas memorias de lesionado en las que reflexione sobre qué hace y qué le pasa por la cabeza cuando su entrenador permanente es el traumatólogo.
El semblante de Gavi al abandonar Zorrilla el domingo reflejaba una mueca de dolor y de rabia. Ya intuía una temporada perdida recuperándose de una caída tonta. Gavi lleva 27 partidos seguidos con la selección, un fijo desde que De la Fuente se hizo cargo de la selección después de la crisis Rubiales. Fue salvado de las purgas post beso a pesar de haber aplaudido con frenesí el discurso del defenestrado presidente. Los clubs tiemblan cada vez que hay un parón de selecciones. La siniestralidad es alta porque los escogidos no son muñecos de trapo sino hombres sensibles a los golpes intencionados o inocentes.
Hay que racionalizar los calendarios. El Barça debería exigirlo y no aceptar el pensamiento de De la Fuente cuando dice que “los buenos jugadores no descansan nunca, acaban la Liga en junio, juegan la Eurocopa, Mundiales, Copa América, Juegos Olímpicos… Gavi es un superdotado físicamente”. Pues, no. El que sufre los excesos de calendarios tan densos no es el entrenador, ni los directivos, ni la afición. Es el jugador que rumia desde el lecho las consecuencias de un momento desgraciado. Los selectos tampoco pueden ser explotados.
Publicado en Mundo Deportivo el 21 de noviembre de 2023
Solución: Menos equipos en 1ª y 2ª
Menos avaricia de la UEFA y FIFA