La democracia es considerada por más de las dos terceras partes de la población global como un sistema inoperante, burocrático, anticuado y aburrido que no garantiza ni el orden ni la seguridad. Así lo pensaban la mayoría de los italianos y alemanes que en los años treinta del siglo pasado entregaron el poder a dos dictadores por vía aparentemente democrática: a Mussolini en 1922 y a Hitler en 1933. Stalin controlaba la tiranía soviética desde la muerte de Lenin en 1924.
Los tres volúmenes de Antonio Scurati publicados hasta ahora sobre Mussolini y el fascismo es un trabajo exhaustivo de un régimen autoritario que se prolongó desde 1922 hasta 1945. Es siempre oportuno no banalizar conceptos que ocasionaron tanta violencia, mucho dolor y fueron un detonante de la última guerra mundial. Scurati recorre los inicios, el desarrollo y el final del fascismo en Italia. Todo empezó con el verbo brillante del poeta Gabriele d’Annunzio, un mito viviente, dandi, esteta exquisito, exaltado ejemplar de la burguesía italiana decadente. La república de Fiume, en Croacia, fue una de sus más estrafalarias creaciones sin pies ni cabeza.
Los símbolos, las banderas y los himnos crearon un estado emocional que desembocó en la marcha sobre Roma y en la instauración del fascismo en 1922. Dos hechos pueden resaltarse de aquella nefasta aventura hacia el autoritarismo fascista.
El primero fue el asesinato del diputado socialista, Giacomo Matteotti, en junio de 1924, tras ser secuestrado en Roma en pleno día por cuatro matones a las órdenes de Mussolini. Era un aviso de que la crítica y la disidencia política serían perseguidas hasta la muerte.
El segundo fue el Consejo de Ministros del 5 de noviembre de 1926, en el que se acordó la retirada del pasaporte a los disidentes, la supresión de todos los periódicos de la oposición, la disolución de los partidos contrarios al fascismo y la caza a los comunistas como Antonio Gramsci que, enfermo, fue detenido en plena noche. Los 124 diputados de la oposición fueron desposeídos de sus escaños y en la Cámara de Montecitorio solo quedaron camisas negras. El resto es historia conocida. Todo empezó para combatir a la decadente democracia que, paradójicamente, es el sistema que más progreso y libertad ha traído a Europa desde 1945 hasta hoy.
Publicado en La Vanguardia el 15 de diciembre de 2023
Tiendo a defender a los políticos. Es demasiado fácil criticar y, como nos recuerda Lluís Foix, las alternativas probadas en 1922 y 1933 fueron mucho peores. Luciano Canfora en «El Mundo de Atenas» escribe sobre la democracia ateniense del siglo V a.C. – tenía muchos fallos pero no dejaba de ser un intento de reconocer la soberanía del pueblo. Lo mismo de hoy.
Esta democracia(?) esta malita Sr. Foix. La partitocracia la ha petado. No se me ocurre una solucion que desde luego no debe pasar por fascitis pero esta sociedad de movil, perrito y patinete necesita un shock que la despierte.
Buen fin de semana.