Hay que reconocer la audacia de Pedro Sánchez en superar los obstáculos aparentemente insalvables para ser investido presidente y para pactar a diestro i siniestro con la izquierda, los independentistas, los nacionalistas de derechas y los de izquierdas. Es un hombre para todas las temporadas y para cualquier eventualidad compleja.
Va demasiado deprisa y no tiene en cuenta que la política está llena de percances inesperados. El lema de su segundo mandato podría ser el “más difícil todavía”. Es un político que persigue el objetivo del poder, al precio que sea. Y lo está consiguiendo.
El Partido Popular ha escogido la calle, el ruido y la oposición frontal para frenar la apoteósica marcha triunfal de un político que ha hecho de su debilidad virtud. Tiene 121 escaños y su estrategia de pactar con socios tan dispares como heterogéneos no van a reforzar un partido histórico sobre el que descansa una pata importante de la estabilidad institucional del país.
Pedro Sánchez avanza raudo pero el PSOE se va a resentir más pronto que tarde. Por mucho que invoque la socialdemocracia está tan condicionado por sus socios que su política es una amalgama de decisiones que entran en contradicción con lo que ha sido el socialismo europeo durante el siglo pasado y el presente.
Ha recurrido a todos los socios posibles para conseguir un mayoría progresista y de izquierdas sin reparar que lo que ha conseguido es un conjunto de fuerzas que van a contradecirse entre ellas. El argumento de que si no se comportaba así abría el paso a la derecha y a la extrema derecha es tan frágil como inexacto. Me pareció oportuna la reflexión de Felipe González cuando dijo que, dadas las circunstancias, lo mejor era convocar elecciones. Y ganarlas.
El problema que tienen los dos grandes partidos es que necesitan muletas para ser investidos y para gobernar. Ello les lleva a acudir a fuerzas periféricas o minoritarias con las que no comparten estrategias ni programas. El PSOE no pretende ganar por mayoría absoluta y tiene que recurrir a cualquier socio que se encuentre por el camino y el PP requiere de la extrema derecha de Vox para conformar una mayoría.
Este es la cuestión. Los dos grandes partidos no tienen que hacer de la necesidad virtud sino de la debilidad virtud. Los discursos del socialismo y de la derecha española cada vez están más condicionados por socios necesarios que condicionan el discurso central de la izquierda y de la derecha.
La pluralitat es el millor mitja per aceptá als altres.
Considero que es una suerte que estén condicionados por la pluraridad.