Europa se ha lanzado a la creación de nuevos espacios de energías renovables, un imperativo casi dogmático, marginando la atención que merece la energía procedente del primer sector, el agropecuario, que nos permite a todos desayunar, almorzar y cenar. Este debate no es de carácter local sino que tiene ramificaciones globales.
Dos crónicas del domingo en este diario llevaban dos títulos muy explícitos sobre el trasiego de votos que se está produciendo en la Europa más típicamente industrial a favor de partidos agrarios, que defienden la agricultura y el territorio. Beatriz Navarro titulaba desde Bruselas “El invierno del descontento rural” y María-Paz López nos hablaba desde Berlín del “Nuevo malestar alemán”.
No hay contradicción entre los partidos de tradición urbana y los que se han mantenido en la defensa de los intereses del campo. Los partidos agrarios fueron muy decisivos en la Alemania de Weimar y en la Francia del periodo de entreguerras. Han sido formaciones minoritarias que han decidido gobiernos agrupando votos de descontentos, acumulando quejas dispares que suelen ir en contra de la burocratización de la política.
Ver tractores desfilar en manifestación por Barcelona, Madrid o Palermo son imágenes de protesta de agricultores meridionales pidiendo mejoras en subvenciones, precios o distribución y comercialización de sus productos. Si estas concentraciones tienen lugar en Berlín, París, Bruselas o Amsterdam, el fenómeno adquiere otra dimensión.
La sorpresa saltó en marzo del año pasado cuando un partido neerlandés, el Movimiento Campesino Ciudadano (BBB) se convirtió en la fuerza más votada en las elecciones locales y provinciales celebradas en los Países Bajos, unos comicios con proyección nacional que determinan la composición del Senado. Se trata de un partido que se posiciona en la defensa de los intereses del campo frente a las instrucciones medioambientales pensadas desde la ciudad prescindiendo de la voluntad, la experiencia y el consentimiento de los que han custodiado la tierra durante generaciones.
El malestar del campo ha estallado este invierno en la industrializada Alemania, que lleva una semana de huelgas de agricultores que se quejan de los recortes de los subsidios al sector. Los primeros en bloquear carreteras, escribe Beatriz Navarro, fueron los granjeros neerlandeses, indignados por los planes del Gobierno de cerrar explotaciones para reducir los niveles de nitratos.
En estos meses han sacado cientos de tractores a la calle en Polonia, Hungría y Eslovaquia, protestando por la llegada de alimentos de Ucrania libres de aranceles. Se puede pensar que estas protestas no se traducen en votos. Pero se da la circunstancia de que partidos de extrema derecha están capitalizando estos movimientos de descontento, infiltrándose en partidos agrarios, escuchándoles y prometiéndoles que sus aspiraciones serán atendidas.
No es una casualidad que Vox, por ejemplo, haya pedido carteras relacionadas con el campo allí donde gobiernan aliados con el PP. Un escaño en Barcelona necesita tres veces más de votos que uno en Lleida.
Este fenómeno preocupa a muchos gobiernos europeos en vísperas de la campaña de las elecciones al Parlamento de la UE del próximo 9 de junio. Tres factores pueden resultar determinantes: la aplicación de políticas climáticas sin haberlas pactado con los que viven en la tierra, la urgencia de la transición energética y los cambios geopolíticos.
Naturalmente que la guerra de Ucrania, el conflicto entre Israel y Gaza, la libre circulación de mercaderías por el mar Rojo y el canal de Suez han influido en los acentuados desequilibrios en los precios y la distribución de productos. Que el precio del aceite, por ejemplo, haya subido más de un 40% en un solo año no es únicamente por la escasez de la cosecha sino por el cambio de reglas en el comercio internacional, especialmente con China y Rusia.
El aumento de las perspectivas de voto de derecha extrema no es solo en los Países Bajos sino en Alemania, donde se sitúa como segunda fuerza; en Francia, en Italia con el Gobierno Meloni y en los países centroeuropeos surcados por el Danubio. El problema no se va a resolver con más burocracia sino con una mayor comprensión de la complejidad de una realidad que pide ser gestionada desde la pedagogía de proximidad y no desde los ordenadores de despachos urbanos.
Publicado en La Vanguardia el 17 de enero de 2024
El nuevo ministro de economia ha nombrado a su señora esposa directora de la seguridad social.
Ya van a calzon quiitado.
Burrocratizacion del pueblo soberano.
Comparto su preocupación por el auge en Europa de los partidos de ultra derecha.
Me preocupa mucho mas la actuación de la llamada Policía Patriótica de el anterior gobierno español. Es propio de un país mafioso.
Con las informaciones que van llegando, no necesitamos la amnistía. No cometimos delito alguno.