Los últimos diez años no han ido bien para Catalunya, que ha dedicado más tiempo y energías en lo que debía ser que en lo que tenía que hacer. Una fecha aceptada para marcar el comienzo del procés puede ser la gran manifestación del 10 de julio del 2010 en contra de la sentencia del Estatut, que había recorrido todos los pasos previstos por la Constitución y, sin embargo, fue enmendado en 14 artículos a instancia de los recursos presentados por el Partido Popular.
Aquella gran manifestación de cientos de miles de catalanes llenando el paseo de Gràcia fue encabezada por el president José Montilla, que tuvo que ser escoltado por un cordón de seguridad de los Mossos antes de terminar el recorrido al verse increpado por un grupo de manifestantes.
Desde aquel choque emocional de gran voltaje político se sucedieron manifestaciones multitudinarias a partir de la Diada del 2012, que el entonces president Artur Mas se hizo suya. Pidió una mayoría excepcional adelantando las elecciones al 25 de noviembre y pasó de 62 a 50 diputados de lo que entonces era CiU. No supo leer aquellos resultados y siguió adelante hacia la independencia, volvió a convocar elecciones en septiembre del 2015, las ganó nuevamente encabezando Junts pel Sí, pero no contó con los diez votos de la CUP para ser investido y en palabras de un diputado cupero fue enviado “a la papelera de la historia”. En su lugar fue elegido inesperadamente presidente de la Generalitat el diputado Carles Puigdemont, que impulsó la celebración del referéndum unilateral del primero de octubre del 2017 y una brevísima declaración de independencia el 27 del mismo mes.
La reacción del gobierno Rajoy es de sobras conocida y lo que ha ocurrido desde entonces hasta hoy, también. La historia analizará en perspectiva los azarosos hechos que han protagonizado las autoridades del Estado y las fuerzas políticas y sociales de Catalunya. Aplicación del 155, detenciones, encarcelamientos, exilios, juicios, indultos, una ley de amnistía, fuga de miles de empresas y una división entre catalanes que se pondrá otra vez de relieve en las elecciones del 12 de mayo.
Nadie ha ganado ni siquiera el relato. Como dice Anne Applebaum, siempre hay múltiples y distintas opiniones sobre todo. El problema es que también existen hechos alternativos o la ausencia de marcos de discusión sobre hechos probados colectivamente aceptados.
El contencioso histórico entre Catalunya y España viene de muy lejos y no se resolverá en las próximas elecciones ni en las siguientes generaciones. Catalunya no tiene fuerza suficiente para separarse unilateralmente de España, pero sí que puede desestabilizar al Estado hasta el punto de producirse la paradoja de que un político huido de la justicia española se haya convertido temporalmente en la piedra angular que corona el edificio de la gobernabilidad asegurando la investidura de Pedro Sánchez. No me importa repetir lo que tantas veces he escrito en estas páginas: la independencia de Catalunya no se producirá en contra de España y sin contar con el visto bueno de Europa y la comunidad internacional.
El gran historiador hispanista J.H. Elliot, en su último libro Catalanes y escoceses, señala que con demasiada frecuencia los gobiernos de Londres y de Madrid no se tomaron en serio las preocupaciones de escoceses y catalanes, y no advirtieron las barreras culturales y emocionales que les separaban. El diálogo constituye una función central del gobierno democrático, pero “existen barreras en los dos bandos que no se quieren derribar”. Es una ausencia de imaginación para entender y asumir las razones del otro.
Pero hacen falta hechos concretos y continuados para que el diálogo entre las partes ofrezca resultados satisfactorios. Cuando cesa el diálogo, prosigue Elliot, un nuevo obstáculo en el camino hacia la independencia es eliminado y la secesión puede parecer como la solución más conveniente.
Las elecciones del 12 de mayo podrían indicar que el camino emprendido hace diez años no ha llevado a ninguna parte y que es necesaria una fuerte dosis de realismo para ocuparse primero de los problemas en Catalunya, que no son pocos y afectan a muchos, y, segundo, llegar a un pacto fiscal, económico y financiero con el Estado que facilite la paz social, el progreso y el entendimiento con los demás pueblos de España. El federalismo ha tenido éxito en Estados Unidos, en Canadá y en Alemania. No es una utopía.
Publicado en La Vanguardia el 24 de abril de 2024
Ha glaçat a la Vall del Corb.
Ha glaçat el president del govern del reino de españa amb una carta a la ciudadania que enn deixa ja en la inseguretat juridica total i absoluta, pero aixo si ens diu que esta molt enamorat de la seva companya.
Sense precedents. Una dimisio en diferit(?) com la del Xavi Hernandez Creus que ara diu que seguira a la banqueta del mes que un club.
Aixo es can tipa.
FEDERALISME UTOPIC I PUIGEMONT NO ES UN FUGAT
1.- El federalisme espanyol és utòpic. En els seus 145 anys d’història no ha federalitzat l’estat espanyol, ni des del govern ni des de l’oposició, ni en època franquista ni en època borbònica. Al contrari. El PSOE de Pedro Sanchez i de Salvador Illa fins i tot han fet una forta frenada i una radical marxa enrera. El PSOE ha llençat un teòric federalisme a la paperera de la història per convertir-se al centralisme en els àmbits económic, financer, social, cultural, linguístic, esportiu, partidista, institucional… El PSOE també ha llençat el seu teòric republicanisme a la paperera de la història convertint-se a la monarquia imposada pel dictador Francisco Franco en un personatge com Juan Carlos I.
2.- Un altre discrepància amb els plantejaments de Lluís Foix es la seva sistemática insistència es que el president Carles Puigdemont és un «politico huido» de la justicia (justicia?) espanyola. Puigdemont es un exiliat, no un fugat. El president Josep Tarradellas també era un exiliat, no un fugat. El president Puigdemont s’ha presentat als tribunals europeus sempre que ha estat convocat, i això no ho fa un fugat. Puigdemont assisteix a les reunions del Parlament europeu, i això no ho fa un fugat, Puigdemont es presenta a les eleccions catalanes, i aixó no ho fa un fugat.
3.- Evidenment, el president Puigdemont i Illa, que mai ha estat president sino només un minitre de Sanitat amb una gestió plena d’ombres, son diferents. Puigdemont condemna tot terrorismse, inclos el terrorisme d’estat dels GAL, está en contra de l’aplicació del 155 contra els drets i les llibertats de Catalunya, i planta cara quan convé a la Moncloa. L’espanyol Illa no condemna els GAL ni els seus promotors del Govern de Felipe González, es partidari d’aplicar el «a por ellos» i repressiu 155, i es un delegat servil als interessos monclovitas.
Soy miembro de una asociación española que se llama Federalistas… No tienen demasiados problemas en votar partidos unionistas y despotricar de los nacionalistas y separatistas. Yo soy federalista pero voto independentista.-Prefiero la independencia al maltrato y subordinación. El federalismo sólo es creíble si se admite la plurinacionalidad del Reino de España. Parece de risa pero esto no ocurre des de las Navas de Tolosa.
Ya que toca el tema de Catalunya y España, aprovecho para dar la Enhorabuena al Presidente de Aragón, Don Jorge Azcón. ¿Qué se siente como descendiente de Reyes y no de un Conde? Yo como Plebeyo y Republicano no tengo ningún problema vital ni psicológico. Si que me molesta que Vd. Presidente de Aragón siembre cizaña entre los vecinos de Aragón y Catalunya. Ningún Presidente de la Generalitat ha despreciado a Aragón ni aragoneses. Entre aragoneses y catalanes nunca tuvimos el mas mínimo problema. Es mas, hay muchos lazos familiares, como en mi caso, y de amistad que superan de mucho la posición incomprensible de políticos como Vd. Recordamos con cariño a su anterior Pte. Iglesias.