Las manifestaciones forman parte de la vida cívica y democrática. La calle puede ser el último reducto para presionar a los gobiernos para que cambien sus políticas cuando perjudican a los intereses o a los ideales de los ciudadanos. Pero la política se hace en las instituciones y no en las manifestaciones, como advertía el general De Gaulle en los azarosos días de mayo de 1968 que hicieron temblar los pilares de la V República.
El Partido Popular ha decidido convocar una gran movilización el día 26 de mayo en las calles de Madrid en contra de la ley de Amnistía y contra “la sospecha de corrupción” que se atribuye al Gobierno de Pedro Sánchez.
El partido de Núñez Feijóo está en su derecho de abrir la campaña de las elecciones europeas con un “acto cívico y transversal”, con una manifestación que pretende ser una demostración de fuerza frente a un Sánchez que desconcertó a propios y extraños con los cinco días de reflexión en solitario sobre si seguía o no en la Moncloa.
He visto manifestaciones en muchas ciudades y países. Recuerdo las que los sindicatos le montaron a Margaret Thatcher nada más ganar las elecciones de 1979. Las seguí en directo en Buenos Aires cuando la gran mayoría de los argentinos estaban a favor de la invasión de las Malvinas por la dictadura presidida por Leopoldo Galtieri, que desde el balcón de la Casa Rosada arengaba a las masas para que derrotaran a la flota que zarpaba de las costas inglesas. El final fue traumático para los argentinos que fueron derrotados en aquellas lejanas islas en una semana. Cayó la dictadura y Thatcher fue reelegida.
Las protestas más numerosas y generalizadas que recuerdo se registraron en París, Roma, Bonn, Amsterdam y Londres en el otoño de 1983, con ocasión de la instalación de misiles de crucero en Europa occidental para contrarrestar el rearme nuclear soviético en los países del entonces Pacto de Varsovia. Pude seguir aquellas concentraciones de cientos de miles de europeos para protestar contra una iniciativa propuesta por el socialdemócrata Helmut Schmidt en Londres en 1979 y aceptada después por prácticamente todos los países occidentales. La presión en las calles europeas fue formidable en plena guerra fría. Pero los gobiernos siguieron adelante con su plan y todos los partidos favorables a lo que se conoció como la doble resolución revalidaron los resultados en las siguientes elecciones.
En los últimos años hemos contemplado muchas manifestaciones multitudinarias a favor de la independencia de Catalunya, que finalmente han desembocado en unas elecciones que se celebrarán el próximo domingo. Por el camino ha habido mucho sufrimiento, frustraciones, juicios, cárcel, exilios… junto con numerosas manifestaciones independentistas, reivindicativas y festivas.
Las calles pueden vehicular los sentimientos legítimos de amplios colectivos humanos. Pero la política en democracia se dilucida en las instituciones que representan la voluntad general que sale de las urnas periódicamente.
El PP es rápido en convocar movilizaciones en la calle y presionar al Gobierno para desgastarlo y para que se vaya. Sorprenden estas prisas cuando desde hace un año el PSOE perdió seis de las ocho comunidades autónomas en las que gobernaba, pasando a manos de la derecha la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, Baleares, La Rioja y Canarias. En Andalucía gobierna por mayoría absoluta y en Galicia, también. En Madrid está Ayuso. El PP tiene mucho poder.
Las elecciones del 23 de julio del 2023, convocadas por Sánchez en uno de sus golpes de efecto inesperados al comprobar la hecatombe de las municipales y autonómicas del mes de mayo, las ganó el PP aunque no de manera suficiente para ocupar la Moncloa. La derecha gobierna en la gran mayoría de las capitales españolas.
Decía el primer ministro británico Harold Macmillan que la esencia de la política es el timing, el calendario que marca los plazos para hacer las cosas a su tiempo, cuando toca, ni antes ni después. Los conservadores británicos están ahora destrozados políticamente, pero los laboristas esperan su hora para recuperar el poder tras 14 años en la oposición.
En las calles, las gentes se explayan a favor o en contra de lo que quieran, pero es en las instituciones donde se hace la política y se sirve a los intereses y las necesidades de los ciudadanos. Con argumentos, más que con banderas o pancartas.
Publicado en La Vanguardia el 8 de mayo de 2024
Altras institucions:
Per exemple el banc dels «fabricants» de Sabadell, amb torre a Matadepera, palco al Liceu i «novia formal» que li tenen una merceria de betes i fils.
Burgesia de pa sucat amb oli. Decadencia, aperitiu lleugeret al passeig Manresa i ja en parlarem a casa.
No quedara nada nadita de nada. Res de res.
Instituciones que permanecen porque van mucho mas alla de lo terrenal.
Veo al papa Francisco saludando a nuestro anfitrion en Roma.
Enhorabuena Sr. Foix.
Creyente i creible.
Per això se’n diu» partit popular»,que no te res a veure amb una dreta equilibrada i seriosa.