La temporada está acabada y olvidada. Quedan nueve puntos en liza y la aspiración del Barça de Xavi es conseguir el segundo puesto en la Liga en disputa con el Girona, la gran revelación del torneo de la mano del entrenador Míchel. El Madrid hace muchas semanas que se escapó y aquel “tengo ganas de volver a veros”, lema electoral de Laporta plantificado en un toldo en el centro de Madrid, provoca tanta vergüenza a los azulgranas como risas indisimuladas a los merengues.
Se pasó a cuartos en Champions cayendo ante el PSG en el que Mbappé jugó un partido mediocre. Xavi no era la opción de Laporta pero fue contratado para dirigir el equipo. Ganó una Liga. En enero de este año anunció que a finales de junio abandonaría el banquillo pero un pacto de última hora renovó una temporada más después de haber sido apeado de la Champions y abandonado la esperanza de un título.
Xavi no tiene una posición sólida. Pero Laporta, tampoco. No hay proyecto ni solvencia económica para acudir al mercado y dotarse de jugadores básicos para competir entre los mejores de Europa. El socio se ha distanciado y no tiene cauces para expresar su desconcierto. El calendario sobre el regreso al Camp Nou es incierto.
Al margen de los resultados y de los títulos, el club tiene que recuperar las formas, la transparencia, la comunicación para fomentar la complicidad entre la presidencia y la masa crítica del barcelonismo. Se puede soportar una temporada sin trofeos y con juego mediocre. Pero no se llegará muy lejos con una presidencia en solitario, sin expertos, opaca, cargada de deudas y basada en el espectacular rendimiento de las individualidades de la cantera. El Barça tiene larguísima vida. Pero hay que recuperar las maneras.
Publicado en Mundo Deportivo el 142 de mayo de 2024