Un día de agosto de 1961 cruzaba la frontera con Francia para vivir mi primera experiencia europea. Tenía 18 años y con un compañero de trabajo emprendíamos una aventura en autoestop que nos llevaría a varias ciudades europeas y desde Alemania pudimos ver en directo como Jruschov levantaba el muro de Berlín el 11 de agosto de aquel año. No sospechaba que aquella pared ideológica, militar y política se mantendría rígida hasta que en noviembre de 1989 pude ver, prácticamente en directo, como aquella división artificial de Berlín, de Alemania y de Europa era borrada de los mapas.
De aquel continente partido en dos bloques bajo los paraguas militares de Estados Unidos y la Unión Soviética, todavía sacudido por el espectro de dos sangrientas guerras mundiales, nos encontramos hoy con una Unión Europea que desde Finlandia hasta Portugal y desde Irlanda hasta Malta ha tejido una correa de complicidades entre los 450 millones de europeos que el día 9 estamos convocados a elegir a 720 diputados de un Parlamento que representa a 27 estados.
Esto es extraordinario y revela cómo los viejos conflictos bélicos entre naciones pueden transformarse en un gran espacio de convivencia que protege los derechos humanos, las libertades y la superación de las discrepancias a través de debates civilizados.
Viendo las sesiones en el Congreso y en el Senado de esta semana parece que la campaña electoral europea consista en una pelea tabernaria entre una clase política alejada cada vez más de las preocupaciones ciudadanas. No es ningún consuelo, pero escenas parecidas se viven estos días en la mayoría de los países europeos.
No es casualidad que una de las últimas encuestas señale que el 57% de los europeos confían hoy más en la Unión Europea que en sus estados nacionales. No cabe olvidar que lo natural en Europa ha sido la guerra. Y que ahora tenemos una contra Putin en Ucrania. Inacabada, incierta y muy sangrienta.
No somos conscientes de que la Unión Europea, con todas sus contradicciones y disfuncionalidades, es el antídoto más indicado para salvarnos de nuestras pendencias endogámicas, inútiles y estériles.
Publicado en La Vanguardia el 31 de mayo de 2024
No se yo si estamos mas «pacificados» . Algunos estamos «petrificados» ante tanta chuleria y estulticia.
Mas Europa y menos tonterias nostradas. Esta claro que no hay pedagogia sobre el tema.
Y ya tenemos al Llach de presi de la ANC. La estaca no, la estocada!
Con autoestop e Interraril se nos aireaba la neurona y pasabamos ya entonces de cansinos.
Muy cansino tot plegat
Las peleas tabernarias nos alejan de las urnas.