Europa busca un líder y no lo encuentra. La hora es grande, pero los hombres son pequeños, es una frase de Churchill cuando gritaba, desde su escaño en los Comunes, que no había que ceder a las pretensiones territoriales de Hitler en Europa central. Los apaciguadores buscan el pacto con los extremos autoritarios para ganarse el favor de sus electorados. El miedo a no enfrentarse a la realidad de los problemas ha sido causa de grandes desgracias humanas.
La estampa de la cumbre del G-7 en la ciudad adriática de Bríndisi muestra un liderazgo frágil, de salida, con apoyos precarios para defender la complejidad de las democracias en tiempos críticos.
Ironías de la historia, la anfitriona de la cumbre es la líder más segura. Giorgia Meloni acaba de revalidar su poder en las elecciones europeas y se asegura formar parte del núcleo duro de toma de decisiones en Bruselas. Es de extrema derecha, pero se declara contraria a Putin, se proclama atlantista y, por lo tanto, puede hacer y deshacer en la política italiana. Este es el nuevo y peligroso paradigma.
La comitiva que desfiló en Bríndisi tenía un aire de funeral o de cambio de época. A Rishi Sunak le quedan semanas como primer ministro británico. Olaf Scholz ha quedado tercero en las elecciones europeas del domingo. Emmanuel Macron se ha tirado a la piscina precipitando unas legislativas que le pueden amargar los tres años que le quedan de presidente. A Joe Biden le persiguen las encuestas ante un Trump convicto por serios delitos pero mentiroso compulsivo para ganarse los votos de millones de americanos. Trudeau sufre el desgaste de ocho años en el Gobierno y el japonés Fumio Kishida es criticado por los suyos.
Este es el panorama del liderazgo occidental que tiene como figura fuerte a Giorgia Meloni. El auge de la extrema derecha cabe explicarlo por una ausencia de estadistas y, a la vez, por una falta de ideas para combatir el autoritarismo que viene de Rusia y de China, y el que se ha incubado en el propio Occidente por la imparable expansión de la extrema derecha que se enfrenta a la izquierda y a la extrema izquierda desde los muros de la intransigencia, sin preocuparse de los que están al otro lado. Se vislumbra una catástrofe previa. Después vendrán nuevos líderes que levantarán los puentes caídos.
Publicado en La Vanguardia el 14 de junio de 2024
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