Los datos son fríos y cada cual los lee según le convenga. Se atribuye a Stalin la burlesca y cruel frase de que una muerte es una tragedia, pero un millón de muertos es una estadística. Las cifras de Frontex (Agencia Europea de Control de Fronteras Exteriores) indican que en los primeros seis meses de este año el número de inmigrantes ilegales en la zona Schengen de la UE se redujo un 30% respecto al mismo periodo del año pasado. En el primer semestre han entrado ilegalmente 94.000 personas, una cifra insignificante dentro del mapa de más de 400 millones de europeos.
Han bajado mucho en la zona del Mediterráneo central y al este de los Balcanes, pero han subido desmesuradamente en Grecia, Polonia y España. Las cifras de Canarias son las más llamativas: han aumentado en ese periodo un 174%, equivalente a 19.636 ilegales más.
Es un problema social de primera magnitud que ocupa el centro de las campañas electorales en todos los países europeos. El auge de la extrema derecha, desde Finlandia hasta Italia pasando por Francia y España, tiene su origen en el rechazo al forastero. La fobia al distinto, pobre y desesperado, se produce en todas partes y en todas las civilizaciones.
Se da la paradoja de que Europa necesita la inmigración para mantener el crecimiento económico, cuidar a los mayores y trabajar en el campo. También para frenar la curva demográfica negativa. Si todos los que han llegado en este siglo se fueran este año, el país se hundiría.
Hay poco debate sobre el hecho de que hace un cuarto de siglo éramos seis millones de catalanes y ahora somos ocho millones. La política consiste también en administrar con inteligencia y humanismo el cambio social que se ha producido. No es un problema entre comunidades autónomas sino la consecuencia del envejecimiento de las prósperas sociedades occidentales. Los muros sirven de poco y ninguno detiene las avalanchas humanas provocadas por guerras, hambres y miseria. La idea de Macron de enviar fuera de París a cien mil pobres sin techo para no desmerecer los fastos de los Juegos Olímpicos me parece propio del general zarista Potemkin.
Invertir en vivienda, educación, integración y trabajo con el recién llegado es la solución más inteligente y más digna para todos.
Publicado en La Vanguardia el 12 de julio de 2024
Saber saludar i/o devo0lver el saludo en catalan,
saber dar el cambio, contar en catalan
parece que son las normas mínimas de adaptación y respeto al país que se deben exigir a los que quieran vivir y trabajar en Catalunya.
E$so lo tendria de tener claro los inmigrantes i los empresarios al contratar al personal.
Bufffffff !!!