El reto de Illa: gobernar para todos

Es hora de pactar, de ceder, de negociar y de gestionar la nueva realidad política catalana, el reto de Salvador Illa.

Hay frases de Roosevelt, De Gaulle, Kennedy, Churchill, Adenauer y muchos otros líderes de la posguerra que expresan el espíritu de momentos históricos peligrosos. Las palabras y los discursos en política no son inocuos y tienen consecuencias. Por ello, es remarcable todo intento de convertir la política en un espacio de convivencia cívica, de conversación razonable, de escuchar las posiciones del adversario y combatirlas con argumentos. Hace más de veinticinco siglos así lo entendió el sabio Solón de Grecia al afirmar que gobernar es arbitrar los intereses contrapuestos de los ciudadanos.

No se conocen declaraciones políticas del encuentro del presidente Sánchez y el presidente Illa en los días de descanso que compartieron en Lanzarote. Sabemos que les une una relación política y personal desde que Illa ocupó el Ministerio de Sanidad en tiempos de la pandemia. Los dos son socialdemócratas y los dos han sido investidos con el apoyo explícito de partidos alejados entre sí ideológica y estratégicamente.

De la necesidad, virtud, esgrimió Sánchez al tener que recurrir a formaciones casi antagónicas para obtener el respaldo de partidos sobre los que se había comprometido a no contar jamás con ellos. No solo reunió los votos imprescindibles, sino que levantó un muro, son palabras suyas, para detener la derecha y la extrema derecha y que no llegaran a gobernar en España. No dijo Sánchez lo que es un ritual en las democracias liberales cuando el ganador dice solemnemente que gobernará para todos, aunque luego sus políticas sean partidistas. Es complicado gobernar contra media España, la otra, que también existe. Una de ellas, intuía Machado, te helará el corazón.

En la fraccionada Catalunya y al salir del procés, todavía caliente, Salvador Illa habló de “unir y servir” a través de un go­bierno que será “para todos y todas las catalanas”. Era su discurso de toma de po­sesión en la Generalitat en el que elogió a sus antecesores en el cargo, incluso a Carles Puigdemont, que se había escapado confundiendo a los Mossos, que no su­pieron detectar su astucia y le perdieron en medio del tumulto.

Es muy pronto para valorar la presidencia de Salvador Illa, que apenas lleva dos semanas en el cargo. Pero su voluntad de promover la convivencia y que la política hecha desde Catalunya “no se haga contra nadie ni para perjudicar a nadie” es políticamente razonable.

Medir el alcance de las palabras y respetar al adversario es elemental en toda democracia. En la Italia fascista de Mussolini todo se precipitó cuando el Duce pronunció en el Senado la famosa frase de que “cuando se ventilan intereses de la patria, no venero ídolo alguno, ni siquiera el de la libertad”. Lo cuenta muy bien Antonio Scurati en su monumental trilogía sobre el fascismo y Mussolini. No rehuyó la comparación con los soviets, que, como el fascio , querían demostrar que se podía gobernar sin respetar la libertad de los demás.

Se necesita un buen gobierno y una oposición sólida tanto en España como en Catalunya. También en Europa, donde las divisiones rompen consensos que habían sido el motor del progreso, la paz social y las libertades. No son tiempos fáciles con la guerra de Ucrania, en la que estamos involucrados política y económicamente, y el conflicto de Gaza, que no es aceptado por la conciencia colectiva occidental al ver tantos miles de muertos en una batalla desproporcionada en la que todos los puentes han saltado por los aires.

El independentismo no es mayoritario en Catalunya ni en votos ni en escaños, por primera vez desde que Jordi Pujol fue investido presi­dente en 1980. Es natural que haya cambios en el estilo y en las prioridades de gobierno. Después de varios años de manifestaciones, fiestas conmemorativas, desfiles de toda clase, frases altisonantes y proclamas para una secesión que no se ha producido, es hora de dar un tiempo para que el equipo de Illa empiece a rodar sin tropezar con una confrontación que, en todo caso, sería prematura.

Es hora de pactar, de ceder, de negociar, de imaginar cómo se puede gestionar la nueva realidad que ha salido de las urnas sin que nadie se sienta excluido. Que la política catalana se haga en y desde Catalunya para recuperar el vigor de sus instituciones y aliviar las bolsas de pobreza en la que viven muchos ciudadanos ahogados por el coste de la vida, sin trabajo y sin vivienda asequible. La política es también ocuparse de lo que preocupa a los más vulnerables y a unas clases medias venidas a menos. El reto es grande.

Publicado en La Vanguardia el 28 de agosto de 2024

  3 comentarios por “El reto de Illa: gobernar para todos

  1. Desde 1980 tanto desde Madrid como desde Barcelona se ha gobernado dando la espalda a los catalanes no nacionalistas. ¿Cuándo se inaugurará una plaza en homenaje a los sesenta mil o más catalanes que prefirieron marcharse de Cataluña desde 1981 hasta 2016? Esto sería gobernar para todos, como supuestamente habría de ser, sin «muros». Lo demás, parole, parole, parole.

    Igualmente, «gobernar sin respetar la libertad de los demás» alcanzaría a cuantos españoles no residentes en Cataluña perciben que se les podría arrebatar una parte de su patria sin que se les pida opinión y sin el respeto debido a las generaciones que secularmente fueron construyendo esa patria.

  2. Totalmente de acuerdo con el Sr. Foix que ha vuelto de vacaciones en plena forma.

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