La deriva autoritaria

La hegemonía liberal está amenazada por sistemas autoritarios que compiten en el comercio, la ciencia y la tecnología. Las elecciones del 5 de noviembre decidirán el papel de Estados Unidos en el mundo.

En tres semanas, el miércoles día 6 de noviembre, tendríamos que saber quién será el presidente o presidenta de Estados Unidos. La complejidad del sistema electoral permite la impugnación del escrutinio si los resultados son muy ajustados. En el año 2000, tuvo que decidir el Tribunal Supremo después de una diferencia de 327 votos en el estado de Florida. Después de varias semanas de litigios y de recuentos manuales entre las candidaturas de George W. Bush y Al Gore en Florida, el Alto Tribunal dio la victoria a los republicanos.

Veinte años después se plantearía una disputa entre Donald Trump y Joe Biden. El republicano impugnó los resultados en varios estados y acudió sin éxito al Tribunal Supremo. Aquella disconformidad electoral llevaría a Trump a impulsar un asalto violento al Congreso de Washington el 6 de enero del 2021, con el resultado de seis muertos y varios heridos. El prestigio de la democracia americana quedaría lastimado, pero el sistema saldría ileso del amago de golpe perpetrado en el mismo Capitolio.

Es inútil hacer un vaticinio sobre quien ocupará la Casa Blanca. Las encuestas favorecen a Kamala Harris en el voto nacional, pero la posible ventaja de Donald Trump en varios de los siete estados pendulares le devolverían la presidencia al candidato republicano.

En cualquier caso, son unas elecciones que decidirán cómo Estados Unidos mantiene la hegemonía económica, militar, política y cultural en el mundo como la ostentó en los últimos cien años. Las democracias liberales ganaron ampliamente el siglo XX frente a los autoritarismos, que soñaban con construir una nación supremacista con epicentro en el Tercer Reich de Hitler o los que ambicionaban a una sociedad nueva presidida por Stalin. En los dos casos, bajo la coerción y la violencia.

Las democracias salieron adelante no porque fueran perfectas, sino porque reconocieron y supieron superar sus limitaciones. Sin un cierto grado de igualdad económica, sin un sistema educativo justo y sin libertad no puede haber progreso para la mayoría. Se detecta en estos tiempos una deriva autoritaria en la gestión de lo público. El mundo ya no es bipolar como en la era de la guerra fría, sino que es multipolar, abierto, interconectado, un mundo que compite con la aparición de nuevos agentes que disputan el liderazgo a las democracias liberales que, desde Estados Unidos hasta Francia, pasando por el Reino Unido, Alemania, España, Italia y Polonia, están radicalmente divididas política y socialmente.

Cada uno de los países europeos está ideológicamente partido, sin liderazgos claros, envejecido, y pronto sin recursos para mantener el Estado social de bienestar. Necesitamos a los inmigrantes, pero no los queremos. Y crecen los partidos que levantan vallas y muros contra los que llegan, proponiendo devolverlos a su lugar de origen.

La semana próxima se reunirán en la histórica ciudad rusa de Kazan los diez países de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Etiopía) para tratar de la situación en el mundo. Otros 22 países de Asia, América Latina, África y Oriente Medio estarán presentes en su máximo nivel. Se calcula que representarán más del 60% de la población mundial.

Con la excepción de India, Brasil y Sudáfrica, prácticamente todos son países autoritarios, con una estrecha relación con China, que se ha convertido en la gran fábrica del mundo. La penetración política y económica de Pekín y Moscú en África y América Latina ha ahuyentado la presencia de las viejas metrópolis europeas y de Estados Unidos. La hegemonía se va a librar en una larga batalla económica, comercial y militar en el Pacífico con Estados Unidos y China como principales contendientes.

Rusia ha conseguido la neutralidad china en sus recurrentes peleas militares con Europa, esta vez en las tierras de Ucrania, y tiende sus redes tan bien adiestradas para desestabilizar las democracias europeas. No es casualidad que muchos partidos de extrema derecha sean complacientes con los planes expansionistas de Putin, que mantiene unas excelentes relaciones con Trump. Lo importante no es quién gane el 5 de noviembre sino la deriva de la todavía primera potencia global.

Publicado en La Vanguardia el 16 de octubre de 2024

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