Todas las elecciones norteamericanas han sido decisivas desde que EE.UU. se convirtió en la potencia hegemónica e indispensable hace poco más de un siglo. Pero las del 5 de noviembre tienen una transcendencia especial porque posiblemente inclinen la balanza de la hegemonía económica, militar, política y cultural en el mundo. El historiador Eric Hobsbawm, militante marxista británico hasta su muerte en 1912, dejó escrito que el siglo XX lo habían ganado EE.UU. en prácticamente todos los frentes.
Sea quien fuere el próximo presidente o presidenta, Washington seguirá siendo el centro del poder mundial. Sus flotas surcarán los mares y océanos, el dólar será la referencia financiera principal y el arsenal militar y aeroespacial será superior al de cualquier otra potencia. Pero la trayectoria de la política interior y exterior de EE.UU. serán distintas, quizás divergentes, según quién ocupe la Casa Blanca.
Es inútil hacer predicciones porque los sondeos son imprecisos y ajustados. El complejo sistema electoral podría entregar la presidencia al candidato menos votado pero con más delegados electorales.
Una victoria de Kamala Harris significaría la continuación de los compromisos adquiridos por EE.UU. respecto a sus alianzas económicas, políticas y militares con Europa, Oriente Medio y los socios asiáticos. Israel seguiría siendo el más sólido y fiel aliado. Ayudar a Ucrania para repeler la invasión rusa del país no cambiaría, no tanto para sostener a Zelenski sino para frenar el expansionismo de Putin en las ex repúblicas soviéticas. Sería la continuación de otra manera y estilo de la política de Biden aprovechando la fortaleza de la economía norteamericana, que compite directamente con la gran fábrica global de China y una India que llama a la puerta con una imparable competitividad comercial y tecnológica.
Una segunda victoria de Trump afectaría las relaciones con Rusia, China y Europa. No cambiaría sólo el estilo sino el fondo de la posición norteamericana respecto a sus aliados en la guerra fría y en los primeros años de este siglo. Su política proteccionista infligiría un golpe a la economía globalizada dejando a la iniciativa de Xi Jinping la penetración de los productos chinos en el comercio mundial. Su complicidad y comprensión hacia sistemas autoritarios como el ruso puede que desactive guerras pero a coste de ceder a la fuerza de quienes han quebrado el derecho internacional. La política con Netanyahu se reafirmaría. El principio del declive de una gran potencia se produce cuando su capacidad militar es sobrepasada por un adversario con intereses igualmente hegemónicos, como China.
Publicado en La Vanguadia el 23 de octubre de 2024
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Entre el vendedor ful de mcdonalds y la de la mandibula batiente estamos la mar de distrets i mentres els BRICS van fent cami a Kazan.
Estem clapats clapats.
I una mica encantats.
La Kamala i el Karkamal i per aqui tenim montat tambe un circ prou arregladet.