Sea quien fuere el próximo presidente o presidenta de Estados Unidos encontrará una economía fuerte, una industria digital puntera y dos guerras en curso con implicación norteamericana. La guerra de Israel en Gaza y en Líbano, con intercambio de misiles balísticos con Irán, continuará durante años por las complejas combinaciones que coexisten en territorios compartidos entre razas, pueblos y religiones.
La de Ucrania tiene una salida más incierta. La paz o el armisticio se produciría si Estados Unidos deja de apoyar económica y militarmente al Gobierno de Zelenski. Las consecuencias de que Putin consiguiera ocupar parcial o totalmente Ucrania serían desastrosas para la paz y la seguridad de Europa. Las repúblicas de Estonia, Lituania y Letonia estarían en el punto de mira del Kremlin a pesar de formar parte de la OTAN. Finlandia y Suecia, países neutrales por tradición, se han puesto bajo el cobijo de la Alianza Atlántica para protegerse de un hipotético conflicto con Rusia. Putin ha repetido varias veces que la disolución de la Unión Soviética en 1991 fue una tragedia para la humanidad. Una victoria de Trump cambiaría el tono y la sustancia de las relaciones entre Washington y Moscú dejando los destinos de Europa sujetos a sus propias contradicciones.
He leído un resumen de las extensas memorias de Angela Merkel que se publicarán en breve. Durante más de 16 años fue la líder determinante de los asuntos alemanes y por extensión de los europeos. El estancamiento de la economía alemana no ha sido un capricho del azar sino una consecuencia de políticas cortoplacistas, sin reformas de fondo, confiando en la energía rusa, que han dejado a Alemania como el enfermo de Europa.
El extenso informe Draghi sobre el peligro de Europa de quedar relegada ante la competitividad de Estados Unidos y la gran fábrica del mundo que es China, se refería principalmente a Alemania y a Francia, los dos motores europeos que por circunstancias distintas están averiados, con la extrema derecha muy crecida.
Hace más de sesenta años el presidente Kennedy lanzaba un mensaje de esperanza para un mundo más libre en los tiempos álgidos de la guerra fría. Estados Unidos lideraba las democracias que protegía con las instituciones económicas, financieras y militares diseñadas desde Washington. La derrota de Vietnam fue una señal de que la fuerza de los ejércitos no era suficiente para mantener la “pax americana”. El poder blando fue finalmente el que se impuso al poder duro.
Lo más decisivo de las elecciones es ver si la próxima presidencia está convencida y en condiciones de liderar las democracias. El discurso antiglobalización de Trump ha penetrado sutilmente en las élites económicas y políticas de Washington. Desde la política arancelaria hasta las relaciones con regímenes autoritarios como Rusia y China.
En este siglo XXI, Europa no ha tenido líderes que pensaran en las siguientes generaciones después del extraordinario éxito político, humano, económico y social de la Unión Europea. Han pensado que Rusia dormía aletargada en su derrota ideológica y militar. Putin la despertó con la fuerza y las intrigas.
Europa ha sido incapaz de defenderse por su cuenta en el caso de que el vínculo atlántico se modificara o desapareciera. Ha ido a remolque de Estados Unidos en la revolución tecnológica que está imprimiendo su sello en la nueva modernidad. Alemania se ha convertido en un motor cuyo combustible dependía hasta hace poco del gas y petróleo de Rusia. Sus relaciones con China son precarias.
La otra columna europea, la Francia de Macron, atraviesa una profunda crisis política y económica con una deuda incompatible con las directrices que marca la propia Unión Europea. Que el sur siempre dependiente vaya mejor que el norte productivo e industrial no es un buen síntoma. Europa necesita un golpe de timón si no quiere convertirse en un gran mercado sin liderazgo político y con el riesgo de perder el logro del Estado de bienestar. Quien gane el próximo martes influirá y mucho en nuestro futuro. China seguirá siendo la gran fábrica mundial y Rusia podrá recomponer con la fuerza parte de su viejo imperio. Cambio de ciclo o vuelta al pasado. O las dos cosas.
Publicado en La Vanguardia el 30 de octubre de 2024
Las dos cosas y la del medio tambien Sr. Foix.
Nos estan invadiendo?
Estado del bienestar?
Lo del dia 5 da igual que da lo mismo. Seguira todo tal cual bajo el mando real de unos entes a los que no votamos.
Dicho lo cual, efectivamente lo de 1991 fue una desgracia planetaria.