La victoria de Donald Trump se ha producido con una mayoría clara e incuestionable. En solo dos semanas ha arrojado un gran pedrusco en el estanque dorado de Washington con olas gigantescas que están alterando el curso del río Potomac y las instituciones federales que encuentra a su paso.
Ronald Reagan puso en marcha en 1980 una revolución conservadora que tuvo y tiene efectos en la economía y en los gobiernos globales. Donald Trump no pretende hacer una revolución sino cambiar el fondo y el estilo de hacer política en la capital federal. Da la impresión que su modelo es el del sheriff y no el de un presidente.
No sé si se va a dejar llevar por un espíritu de venganza contra los liberales progresistas que desde cenáculos académicos y mediáticos intentaron impedir su vuelta a la Casa Blanca. Motivos para frenar un segundo mandato de Trump, tras el intermedio de Joe Biden, los había y pueden ser compartidos incluso por muchos de los más de 70 millones de republicanos que le dieron su voto. Las elecciones las pierden más los partidos que gobiernan que los que aspiran a sustituirlos. Las mentes ilustradas, bien pensantes, académicas, artísticas y mediáticas que apoyaron a Kamala Harris perdieron el contacto con el sentir general de la calle.
No es prudente hacer predicciones y una cosa son las campañas electorales y otra bien distinta la gestión política de la primera potencia mundial. Pero los nombramientos anunciados en los últimos quince días indican que los planes de Trump son de un hombre que ejercerá el poder sin aceptar discrepancias y disminuyendo o eliminando los contrapesos que han hecho de la democracia americana la más sólida y más duradera del mundo occidental.
Con una mayoría en el Senado puede colocar en los puestos clave del gobierno a personajes que trunquen la larga trayectoria del poder blando que ha otorgado a Estados Unidos la hegemonía política, militar y económica del mundo. Algunos de los nombramientos no habrían pasado la sesiones de control del Senado en circunstancias normales. Ni el secretario de Defensa, ni el de Sanidad, ni la directora de los servicios de inteligencia habrían superado el examen de idoneidad en el Senado con los currículos y posicionamientos que han hecho.
El nuevo equipo que se perfila no es que niegue el cambio climático sino que se propone actuar en contra de las evidencias científicas que demuestran la aceleración del deterioro del clima. Es partidario de aumentar las barreras arancelarias, lo que va en contra de la libertad de comercio, una de las claves de la economía capitalista. El MAGA (make America great again) es un movimiento aislacionista que no da importancia a la red de alianzas que han diseñado y liderado los Estados Unidos en el último siglo.
Las incógnitas son muchas y los resultados son inciertos. El hecho de que el hombre más rico del mundo, Elon Musk, haya sido el artífice principal de su victoria y uno de los personajes más próximos a Trump, da una cierta idea de que la prioridad no será un equilibrio social y económico rebajando las desigualdades sino creando fosas insalvables entre los pocos que tienen cada vez más y los muchos que disponen cada día de menos.
El equipo que tomará el poder el 20 de enero se presenta disperso y heterogéneo sin una unidad de propósito. Un individualismo radical pretende sustituir a la función social que todo gobierno tiene que promover. Lo más inquietante es la deriva autoritaria que puede adoptar Trump sin que los instrumentos de autocorrección del sistema puedan servir de contrapeso.
Lo de Biden no ha sido un inter_medio, ha sido un inter_memo.
Ha dejado el panorama fatal para que revenga trump y ya se vera.
Ante todo mucha calma(!)
Feliz semana