En el diario de ayer se informaba en páginas principales que Trump movilizará al ejército para la repatriación masiva de inmigrantes y que el Gobierno Sánchez facilitará la regularización de 900.000 inmigrantes en tres años. Dos políticas contrapuestas en dos países distintos en los que la llegada masiva y desordenada de extranjeros se ha convertido en uno de los debates centrales de las campañas electorales.
Trump ha filtrado que declarará un plan de emergencia nacional para llevar a cabo la deportación de muchos de los once millones de extranjeros en situación irregular. El encargado de ejecutar esta expulsión masiva será Tom Homan, bautizado ya como el zar de la frontera.
Al acceder a la Casa Blanca en el 2016, se propuso un drástico programa antiinmigratorio y prometió un muro con toda la frontera mexicana. Ahora se propone terminarlo y, además, proceder a “la mayor deportación de delincuentes ilegales, narcotraficantes y traficantes de personas en la historia norteamericana”.
Un país en el que cualquier ciudadano puede rastrear su árbol genealógico hasta encontrar su lugar aproximado de procedencia foránea ha creado un estado de opinión en el que los inmigrantes sin permiso deben ser expulsados. Aunque se les necesite y aunque ayuden a corregir la curva demográfica en declive.
El debate es igualmente candente en Europa, donde los partidos de la derecha extrema consiguen aumentar su representación política con discursos de rechazo radical al inmigrante. Entre echar a los cientos de miles de sobrevenidos ilegales que hay en España y regularizarlos, me inclino por lo segundo.
Por razones humanitarias, económicas y demográficas. Jaume Vicens Vives decía que todos somos fruto de una biología y una cultura de mestizaje. No hay razas puras ni seres perfectos, como pretendieron los totalitarismos de cuño europeo en el siglo pasado, con la superioridad de la raza aria de Hitler y la falsa perfección del Homo sovieticus de Stalin.
Gestionar la legalidad, facilitar el trabajo y la vivienda a los recién llegados es difícil y complejo. Pero ¿se imaginan que todos los inmigrantes de este siglo se fueran en los próximos meses? El país se hundiría. La solución más práctica y más humana pasa por la integración inclusiva.
Publicado en La Vanguardia el 21 de noviembre de 2024