Tengo la percepción de que el fútbol masculino ha entrado en una espiral de dureza desmesurada. En algunos casos la violencia adquiere tonos peligrosos. Los árbitros son excesivamente tolerantes con el juego sucio y con encontronazos cuerpo a cuerpo. Cuesta mucho que enseñen la tarjeta amarilla. Estaría bien fijarse en la finura y el ‘fair play’ que hasta ahora han exhibido las profesionales femeninas. El fútbol no es rugby ni un ring de boxeo. En algunos casos los árbitros son excesivamente susceptibles al recibir alguna palabra gruesa de jugadores o cuerpo técnico.
Me pareció injustificada una roja directa a Hansi Flick en el Villamarín por decirle simplemente al colegiado Muñiz Ruiz que se había equivocado. No se apreció desdén o repulsa al árbitro. Es difícil ser ecuánime cuando hay que tomar decisiones inmediatas sobre los imponderables lances del juego. Ni el VAR ha implantado la justicia digital absoluta. Pero ejecutar con el castigo máximo la observación de un entrenador que no grita, ni insulta, ni desprecia se me antoja una arbitrariedad.
Otra cosa es la marcha del equipo que ha perdido 10 puntos de los 15 en disputa en los últimos seis encuentros de Liga. Ni Lamine Yamal pudo evitar ceder otros dos puntos ante el Betis. La explicación de Flick es que hizo cuatro cambios de golpe pensando en el decisivo encuentro de mañana en Dortmund. Está bien mantener la posición en la Champions en el actual formato. Pero no a costa de situar el título de Liga en un segundo lugar. Flick ha tenido un arranque espectacular hasta la segunda parte del derbi con el Espanyol. La temporada es muy larga y las cuentas se pasan en mayo. Flick no puede echar por la borda el crédito adquirido.
Publicado en Mundo Deportivo el 10 de diciembre de 2024
Ni Flick ni Flock, aixo va como una fletxa!