
Solo la cohesión y la unidad internas pueden salvar a Europa de los envites de Trump, Putin y Xi Jinping. El próximo 23 de febrero se celebran elecciones en Alemania con un previsto aumento espectacular de Alternativa por Alemania.
De tanto analizar los riesgos y las consecuencias de las primeras medidas de Donald Trump, los europeos nos miramos poco al espejo para descubrir nuestras fragilidades si el “amigo americano” enfría o rompe las alianzas y complicidades transatlánticas tejidas a lo largo del siglo pasado.
Pienso que el presidente Trump no calcula con visión histórica lo que le puede ocurrir a Estados Unidos si se enfrenta a golpe de aranceles con sus dos grandes vecinos, deshace o se desentiende de los pactos comerciales, militares y políticos con los países que han sido sus aliados naturales durante más de un siglo.
Estados Unidos ha tomado parte en dos guerras mundiales para impedir que Alemania conquistara toda Europa y libró casi medio siglo de guerra fría para detener la dominación soviética de Europa. La pax americana no podía desvincularse de la prosperidad, libertades y progreso que ha conocido Europa en los últimos ochenta años. Cientos de miles de soldados americanos acamparon durante años en Alemania, y la VI Flota dominaba el Mediterráneo. El bloqueo de la zona occidental de Berlín de 1948 a 1949 por parte de Stalin no se habría superado sin el puente aéreo establecido por los aviones americanos suministrando víveres y medicinas a los sitiados berlineses.
La entonces República Federal de Alemania se hallaba atada a Occidente a través del liderazgo americano en cuestiones de estrategia política a escala mundial y descansaba en la alianza con Francia en temas políticos europeos.
Esta ecuación geoestratégica está cambiando muy rápidamente con la obsesión de Trump de hacer una América fuerte aunque el precio sea el de presidir una América sola y enfadada con el mundo a través de algo tan sensible como levantar muros para el tránsito de las personas y establecer aranceles a Canadá, México, China y Europa.
Los focos están centrados en las barreras tarifarias y en las amenazas retóricas de cambios de fronteras y expansión territorial en Canadá y Groenlandia. Nadie es consciente de hacia dónde nos dirigimos. Los dirigentes europeos se reúnen informalmente para hablar de defensa. Dinamarca dice que Groenlandia no está en venta, y el Reino Unido vuelve a estar presente en las reuniones estratégicas europeas en el periodo traumático post-Brexit.
Y Alemania celebra elecciones el 23 de febrero con la probabilidad de que Alianza para Alemania, partido de extrema derecha, antieuropeísta y proclive a restaurar las relaciones con Putin, sea la segunda fuerza política. Las grandes manifestaciones pro cordón sanitario se han prodigado en varias ciudades alemanas.
La historiadora Margaret MacMillan tiene escrito que gracias a Bismarck, a partir de la unificación de 1871, Europa ha sido siempre de una forma o de otra una cuestión alemana. El canciller Schmidt solía decir que Washington es nuestro aliado más importante, pero París es nuestro amigo más cercano.
Si Alternativa para Alemania obtiene más de un 20 por ciento de los votos en las elecciones del día 23 de febrero y si Francia tiene un gobierno en precario que depende de los tacticismos puntuales de Marine Le Pen, las políticas de Donald Trump encontrarán tierra abonada en prácticamente todos los países europeos, de Finlandia a los Países Bajos pasando por Italia, Hungría y Suecia.
El Zeitenwende, el cambio de tiempos o una nueva era, vaticinado por el todavía canciller Olaf Scholz, puede que sea imparable. Europa no puede seguir ocultando sus fracturas y sus confrontaciones internas observando y criticando a Donald Trump.
En su ensayo Tiempos presentes , Hannah Arendt afirma que el aspecto más destacado y también más terrible de la huida de los alemanes ante la realidad es la actitud de tratar los hechos como si fueran meras opiniones. Europa no puede ser un gran plató de opinadores y tertulianos que ignoran los hechos y teorizan sobre realidades fantasmales.
Coincido con Gabriel Magalhães en que ahora más que nunca soy ciudadano de una nación de naciones que viven en libertad y que sin aplastarse mutuamente intentan progresar con armonía. La UE es y ha sido un éxito. Solo la cohesión y la unidad internas pueden salvarnos de los envites de Trump, de Putin y de Xi Jinping. Dependerá en buena parte de Alemania y de Francia.
Publicado en La Vanguardia el 5 de febrero de 2025
Simplemente, a usted lo considero dechado de correctancia incombustible. Le leo frecuentemente para hacerme idea de por dónde va la bienpensancia inveterada bienintencionada y con los respeto y añoranza propios de cuando era contertuliano del añorado José Luis Balbín.
¡Perdón por haberlo comparado con Byden, el cual, parecía tener recuperada una cuanta lucidez en sus relajados días de despedida, incluido, ello sí, amnistiar a su hijo encausado!
ünicamente ciudadanos de países que tienen poca autoestima suelen aspirar a hacer nación de naciones la U, organización antieuropea donde las haya en forma de suicidio en materia de energía y de socialmente autodestructiva ideología de género, además de, mediante burocracia y reglamentismo asfixiantes, obrando a fondo contra la subsiriaridad.
Ninguna necesidad de intervención eeuuaense hubiera en Europa en los años cuarentas si EEUUA no hubiera intervenido en la primera guerra mundial o sea, si ni Francia ni, sobre todo y principalmente para a la corta consolidar su imperio eliminando otro rival comercial según Keynes, Reino Unido hubieran caído en la tentación de instigarle a intervenir para vencer totalmente en vez de que el conflicto finalizara en tablas.
tampoco hubiera cuajado la URSSen tales circunstancias ni, tal vez, Europa hubiera perdido su hegemonía. Hítler, a su vez, a lo mejor no hubiera pasado de melómano condecorado aspirante a arquitecto.
Más que Byden parece a veces chuparse el dedo usted.
Muy buen artículo,
Donald Trump va extorsionar los Estados europeos uno por uno porque sabe que una Unión Europea con una sola voz no es cómo enfrentarse a España, Francia o Alemania por separado. De ahí que los Estados europeos deben estar pensando ya un trabajo conjunto y de acción para cuando esto suceda. Si no lo hacen es inevitable que algunos de estos Estados con una relación privilegiada con los Estados Unidos terminen abandonando la Unión Europea. En cuanto al Reino Unido, con un gobierno laborista, es positivo que quieran volver o mejorar las relaciones con la Unión Europea, pero seria un error aceptarlos una vez más a la carta. El Reino Unido ha creado muchos problemas a la Unión Europea y la historia no debe repetirse.
El ascenso de la extrema derecha tiene el terreno abonado en toda Europa por los errores de los herederos de la democracia cristiana y la socialdemocracia. El más importante de ellos, aunque discrepemos en mi argumentación, es la Guerra de Ucrania, que nunca tuvo que iniciarse y que ahora Donald Trump quiere endosar a la Unión Europea: es momento de terminar con esta historia pero sin que ello suponga ceder ante Putin en lo que sí afecta a la Unión Europea. Y esto inevitablemente pasará por una política exterior unitaria, y un replanteamiento de la política de defensa europea, incluida la endeble industria militar.
Europa enfrenta retos muy importantes cómo son la desindustrialización deslocalizada a latitudes donde la mano de obra es más barata, las consecuencias de la Guerra de Ucrania hacia la industria alemana que aún mantiene, la falta de una industria tecnológica propia que compita con la de China y los Estados Unidos, la falta de creación de puestos de trabajo para las generaciones mejor preparadas de la historia, el reto de la inmigración que bajo mi modo de ver no debería ser tomado a la ligera pensando que su fuerza de trabajo -precaria y mal pagada- va a resolver las cuentas públicas y las pensiones. Europa tiene un invierno demográfico que en función de las cuestiones que he expuesto si no son atajadas se va a mantener y, una vez más, con la inmigración no se va a resolver porque las nuevas generaciones que ya no serán inmigrantes van encontrarse con los mismos problemas que los demás.
Hay una cuestión de fondo que tiene que ver con lo que piensan y sienten los europeos y que tiene que ver también con su expresión política. Europa fue durante mucho tiempo la tierra de las ideas que cambiaron el continente y la vida de sus habitantes, unas ideas que alcanzaron todo el mundo, unas terribles y otras deseables y dignas de imitación. Aún disponemos de algunas de ellas que son positivas y estas deberíamos ponerlas en valor y por lo tanto jamás renunciar. Pero si olvidamos quiénes somos y donde venimos el enfrentamiento puede ser inevitable.
Estados Unidos y Europa han sido aliados durante mucho tiempo y no tienen porque enfrentarse pero esa relación que tan bien define y que se inicio durante la Segunda Guerra Mundial, debe replantearse. Francia y Alemania son aún el motor de Europa, pero también hay que contar con España, Italia, y los Estados que antepongan Europa a la relación bilateral con los Estados Unidos. Sólo quizá de esta forma, y manteniendo lo presente, quizá también podamos servir de algo a aquellas personas que viviendo en los Estados Unidos quieren otro tipo de políticas.
Saludos cordiales Sr. Foix,
Francesc
Bon comentari i molt ben articulad. Totalment d´acord.