
Cada frontera que se cierra o cada muro que se levanta es un repliegue de derechos y una amenaza de conflictos. En la imagen, una vala en construcción entre Estados Unidos y México
Cada frontera que se cierra o cada muro que se levanta es un repliegue de derechos y una amenaza de conflictos. Vuelven los pasaportes y las barreras fronterizas en forma de vallas, alambradas o paredes de cemento.
Los ilegales o indeseables son fletados a cárceles de países extranjeros, que cobran para custodiar al personal rechazado. Al caer el muro de Berlín en 1989, había solo seis muros fronterizos en todo el planeta y en estos momentos se pueden contar más de setenta. Vuelve la barbarie a caballo entre el miedo y el odio al que es o piensa distinto. La geografía y la demografía interactúan a través de las fronteras, esas cicatrices que, en palabras de Josep Borrell, la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra.
Qué lejos queda aquella satisfacción que experimenté en 1995 cuando salí de casa en Barcelona y no se me pidió ninguna identificación hasta que llegué al hotel de Munich. El tratado de Schengen de libre circulación de personas fue un avance fenomenal en la integración de una Europa que buscaba con ilusión la reconciliación, la paz y la prosperidad.
El pasaporte es un invento de las horribles guerras del siglo pasado. Las excepciones de Schengen son cada vez más numerosas y frecuentes. El Reino Unido pone en marcha la autorización previa de viaje para entrar en el país. Hay emigraciones masivas de venezolanos y ucranianos que huyen de la dictadura o de la guerra. A los gazatíes se les expulsa hacia ninguna parte tras ser bombardeados desproporcionadamente por Israel. El miedo a la guerra crea más fronteras herméticas y nuevos pasaportes identitarios.
Para superar los miedos que ahora vienen también de las obsesiones arancelarias de Trump, la salida más racional y humanista es promover por todos los medios la unidad de los europeos en aquellos espacios de civilización compartidos. Se encuentran en Erasmo, Tomás Moro, Ramon Llull, Dante… y no en la “razón de Estado” de Richelieu, que se convertiría en la justificación nacional de muchas guerras en los últimos tres siglos. Derribar las fronteras físicas o mentales es el mejor antídoto para perder el miedo a los conflictos que se vislumbran en el horizonte.
Publicado en La Vanguardia el 3 de abril de 2025
He leido por alguna parte que Trump se ha pegado un tiro en la otra oreja.
Hay memes juveniles de todo tipo con el tema del kit de supervivencia. La mayoria de ellos echan en falta al material sugerido un bote de Coca Cao.
En fin…
Las civilizaciones no mueren por asesinato, mueren por suicidio.
Toynbee