Una de las reservas planteadas a la designación de Carlos Dívar para ejercer como presidente del Consejo General del Poder Judicial y presidente del Tribunal Supremo es que es un juez “conservador y profundamente católico”.
Carlos Dívar ha sido muchos años presidente de la Audiencia Nacional y, a propuesta del presidente Zapatero y con el consenso del Partido Popular, fue elegido ayer por unanimidad por los nuevos vocales del Consejo que elogiaron la discreción, independencia y capacidad de generar consenso del hasta hoy presidente de la Audiencia Nacional.
No conozco al nuevo presidente del Tribunal Supremo, al margen de las reseñas biográficas que han aparecido estos días. Pero discrepo de los motivos que han invocado algunos sectores de la magistratura que oscilaban entre el “horror” sin paliativos y el “desconcierto” por no entender que desde el PSOE se nombrase a un juez conservador y profundamente católico para presidir el Supremo.
Esta actitud equivale a marginar a una parte importante de la sociedadespañola que, profunda o superficialmente, se siente católica. Vale la pena trasncribir el artículo 14 de la Constitución que dice: “los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Lo que importa del nuevo presidente del Tribunal Supremo es que haga bien su trabajo, que cumpla la ley, que no imponga sus criterios a los demás por razón de su autoridad y que garantice la libertad de todos. Lo mismo cabría exigir a un agnóstico, a un ateo o a un magistrado que profesara legítimamente cualquier otra religión.
En el fondo de estas críticas yace subliminalmente la idea de que “cuidado con esa persona, que es cristiana, y por lo tanto, no está capacitada para tomar decisiones libres”. Esta otorgación de credenciales de libertad, justicia o idoneidad para ocupar cargos públicos me parece peligrosa y exclusiva. Incluso puede ser de escaso peso democrático al señalar con el dedo a quienes piensan de otra manera.
A Kennedy le eligieron los americanos en 1960, a pesar de ser católico, porque pensaron que sería un mejor presidente que Nixon. Paco Vázquez es socialista y embajador en el Vaticano. Alcalá Zamora, el coronel Escobar, el general Batet y Ventura Gasol eran católicos que sirvieron a la república.
La laicidad no debe ser enemiga de las religiones sino una garantía para que cada uno pueda vivir sus creencias personales. Es un derecho tan importante como el de asociación, la libertad de expresión o el derecho a la presunción de inocencia. A Carlos Dívar habrá que juzgarle a partir de sus actuaciones como se juzgaría a un agnóstico o a un ateo.
///ENRIC///
Ya me gustaría saber si de haber sido Islamista, judio, budista o ateo, alguien se hubiera atrevido a decir una sola palabra en su contra, ya me gustaría saberlo, auqnue me se la respuesta.
El poder judicial está ya suficientemente desprestigiado, no hace falta que se le desprestigie más y mucho menos con este tipo de ataques que, como bien dice Bartolomé C, siempre van contra aquellos que se declaran católicos.
Un saludo,J.Vilá.
Le felicito por este artículo. Algunos sólo defienden la libertad ideológica o religiosa cuando es la de sí mismos. Como señala Bartolomé estos planteamientos siempre se hacen contra la Iglesia Católica.
Lluís, no tienen arreglo.
Le he oído decir a alguien que el nuevo Consejo General del Poder Judicial lo tiene muy fácil… porque el anterior ha dejado el listón muy bajo. 😉
Boutades aparte, es obligado darles un margen de confianza. Desde luego es pertinente la apelación que hace Foix al artículo 14 de la Constitución, pero no es menos cierto que lo qué se espera de los magistrados es que al entrar al Consejo dejen colgadas detrás de la puerta esas condiciones o circunstancias personales por las que vela el susodicho artículo. Hasta ahora no lo han hecho, ¿lo harán en adelante?.
Sr.Foix: El problema es que un planteamiento de este tipo siempre se hace contra la Iglesia Católica y siempre desde la mayor de las impunidades, hay un doble rasero indigno de un estado de derecho pretendidamente laico.
Efectivamente, ha dado usted en el clavo; el hecho de que sea católico o musulman no debiera implicar ni un solo comentario en un verdadero estado laico, o siquiera aconfesional como es el caso. Sin embargo, resulta curioso que aquellos mismos que excretan ciertos juicios o hacen pender determinadas sospechas de "religiosidad" sobre algunas personas, son aquellos que vindican y proclaman a los cuatro vientos la necesidad del laicismo; quizá hayan entendido quel el laicismo comience por su particular caza de brujas…
saludos