San Diego, California, 18 de octubre
San Diego era un objetivo prioritario del Kremlin en caso de un primer ataque nuclear soviético contra Estados Unidos. Compartían este incómodo privilegio con Nueva York, el poder financiero, y con Washington, el centro del poder político de la república norteamericana. Los de San Diego todavía saben y proclaman con cierto orgullo que son la base militar norteamericana más importante de la costa del Pacífico y, por lo tanto, están en primera línea en caso de una confrontación con el exterior.
Hay mucho militar retirado, de alta o media graduación, que se dedica a matar el tiempo tranquilamente en este clima de perenne primavera. En el centro de la vieja ciudad, muchos jóvenes rapados toman cervezas alegremente. Aquí se encuentra Camp Pendelton, el centro de adiestramiento de marines más importante del Pacífico. Aquí se forman muchos de los más de medio millón de soldados que patrullarán todos los Océanos y mares de la tierra.
Esta realidad social explica hasta cierto punto por qué San Diego es un condado republicano, en contra de la mayoría de californianos que se inclinan por los demócratas y que el 4 de noviembre darán sus votos a Barack Obama.
He preguntado al arquitecto Michael Stonehouse en un almuerzo en un riguroso restaurante mexicano, qué personajes célebres habían salido de San Diego. Me dice que Gregory Peck. Mitt Romney, adversario de McCain en las primarias, acaba de comprarse una lujosa mansión, patrimonio artístico del condado. El propio senador por Arizona, McCain, tiene otro rancho en las cercanías.
Hablamos un poco de otra figura que está olvidada por muchos sandieguenses de hoy. Se trata de Amadeo P. Giannini, hijo de un albañil italiano de San Diego que fundó el Bank of America, la institución financiera más importante del mundo durante generaciones. Antes de llegar a ser el mayor banquero del mundo, Giannini era un vendedor ambulante de verduras. Su aportación fue poner la banca al alcance de la clase baja.
Comenzó haciendo pequeños préstamos a pescadores italianos que faenaban en el puerto de San Francisco. Cuando el terremoto de San Francisco asoló la ciudad en 1906, todos los banqueros acordaron una moratoria pero Giannini abrió un cobertizo de su Bank of Italia en los almacenes destruidos del puerto. Dos de cada tres californianos eran clientes suyos. Se pudo permitir cambiar el nombre de la institución al conocerse la invasión que Mussolini lanzó sobre Etiopía en 1936. Se llamó Bank of America que ahora ha sobrevivido con dificultades a los vendavales financieros que soplan en todo el mundo.
Pero San Diego y toda California llevan la señal que los franciscanos dejaron en las numerosas misiones que son conservadas con gran afecto por las autoridades californianas. Junípero Serra, el intrépido y predicador mallorquín, dejó una gran huella en lo que hoy es la ruta de las misiones y el Camino Real. Gaspar de Portolà, nacido en Àger y homenajeado con un gran monumento en Balaguer, llegó a estas tierras ampliando los territorios que formaban la gran colonia de México.
Trataron el agua y cultivaron cereales, frutales y viñedos. California es un vergel que supieron explotar. Es interesante ver cómo estos colonizadores de primera hora nacieron incidentalmente en España pero son considerados como los primeros californianos. En las placas conmemorativas se indica en medio de texto que vinieron de España pero dan poca información, ni siquiera el lugar concreto en que nacieron.
Pero esta parte de California, más conservadora que las concentraciones de Los Ángeles y San Francisco, con un sabor hispano inconfundible, tiene también cuatro universidades de gran prestigio. Me cuenta un estudiante del campus de la Universidad de California San Diego, es el centro con más premios Nobel del mundo. Los dos últimos Nobel de Quìmica fueron otorgados a dos profesores de esa universidad que compartieron con un japonés.
California es líder en la industria tecnológica y en la biotecnología. Se investiga en Sillicon Valley pero también aquí en San Diego donde hace unos años se descubrió una medicina para combatir la polio.
Su parque acuático Sea World es uno de los más importantes del mundo, muy conocido por los barceloneses que exportamos la famosa orca Ulises que tenía una vida complicada en el zoológico barcelonés.
San Diego tiene problemas serios. Como cualquier ciudad o país. Hablaré otro día de la inmigración mexicana que está cambiando el paisaje humano de toda California y que influye decisivamente en la política y en la cultura del más importante estado norteamericano.
La idea de construir un relato en esta serie de crónicas sobre si Estados Unidos eran conscientes de que habían llegado al punto álgido de su influencia en el mundo, y, por lo tanto, iniciarían un lento pero gradual declive, no la he visto en esta parte de California.
La crisis la notan pero no en demasía. El turismo llena los hoteles de esta privilegiada zona del planeta, los militares adiestran a los soldados y surcan los mares con submarinos nucleares y portaaviones. El comienzo del declive, el día que llegue, no será en San Diego ni en California.
Bravo Sr Foix!hoy su crónica nos da un saludable respiro de crisis y elecciones.Ya entiendo que es éste su trabajo, pero su relato de la vida cotidiana resulta muy interesante.Feliz estancia, un saludo.
Benvolgut Sr Foix, l'escric per que hem fet un blog sobre Nalec, que crec li pot ser d'interès,www.nalec.wordpress.com , és diu Nalec Acció! Disculpi però no tinc el seu mail. Atentament
Jordi Tapias
Sr.Foix: Lo que son las cosas, hasta nuestra Orca Ulíses tuvo que emigrar a San Diego…
Lluís, la inmigración ya es un problema universal.
Es cierto que cuando se ha llegado a la cúspide solo se puede descender (y lo mismo podría decirse, en sentido inverso, del valle) pero cuando el eje de las abscisas es el tiempo, nadie puede saber qué viene después de ahora.