Tijuana, México
He pasado el día en Tijuana, a unos treinta kilómetros de San Diego, para observar el mayor trasiego humano que se registra en el mundo por un solo paso fronterizo. Bajé en coche hasta la frontera, aparqué en territorio norteamericano y crucé la frontera a pié con miles de hispanos que cabalgan entre los dos países por razones de trabajo, familiares o de compras.
La entrada a México es rápida, sin problemas, con paisanos cargando con grandes maletas que son esperadas por parientes y amigos en Tijuana. La ciudad es grandota y desordenada, unos tres millones de habitantes, mucho turismo y gran presencia de policía para controlar el flujo migratorio pero, sobre todo, para detectar los movimientos del narcotráfico que en los últimos meses se han saldado con varios muertos.
No vayas a Tijuana, es inseguro, hay crimen, me dijeron un grupo de españoles que estudian en la Universidad de la Jolla y que conocen los problemas de la frontera. Tenía interés en ver qué tipo de valla va a heredar el próximo presidente de Estados Unidos. Por muy contradictorio que pueda parecer es el país que más y mejor ha entendido la llegada e integración de forasteros. Los 305 millones de habitantes son mayoritariamente sobrevenidos en los últimos 150 años.
La inmigración ha hecho un país donde hay discriminaciones de todo tipo pero el color, los rasgos, la lengua, las costumbres, la religión de cada etnia se mantienen integradas en la sociedad americana que cada vez va perdiendo más el distintivo dominante de WASP, white anglosaxon protestant, para dar paso a otras sensibilidades, nuevos intereses, minorías que se han convertido en sectores sociales a tener muy en cuenta. La posibilidad que Barack Obama, un mulato nacido en Honolulu, Hawai, hace 47 años pueda convertirse en presidente es una realidad impensable hasta ahora.
Desde California a Florida, pasando por Texas y Nueva York, la realidad hispana cuenta y se deja notar en Estados Unidos. Cuando se realizó el último censo oficial en el año 2000, California, Arizona y Texas contaban entre una tercera y cuarta parte de hispanos.
Los hispanos de los condados entre California y México son el 28 por ciento del censo. Pero los de Arizona alcanzan el 34 por ciento y los de Texas superan el 85 por ciento.
Esta presencia gradual de hispanos en Estados Uni9dos preocupa a los estados fronterizos y también al gobierno federal que no sabe cómo detener este alud humano que llega permanentemente de América Latina.
Es curioso que dos países que firmaron el Tratado de Libre Comercio en 1993, junto con Canadá, puedan levantar una valla de miles de kilómetros para frenar la libre circulación de personas. Para finales de año está previsto que la valla fronteriza se extienda más de mil kilómetros. Se ve clamaramente al hacer una larga cola, más de dos horas, para salir de Mèxico y entrar a pie en California. Es una valla metálica, no muy alta, que impide el paso.
Los muros suelen caer. Y no precisamente por la erosión sino porque su construcción fue un error que en su tiempo parecía una necesidad. La Muralla China es pasto de los turistas. Nos cuenta el libro de Samuel que las de Jericó cayeron al son de las trompetas. El Muro de Berlín lo derrumbó la gente y el que se ha levantado entre Israel y Palestina también caerá. El que se construye entre Estados Unidos y México durará lo que duren las desigualdades económicas, educativas y sociales entre los dos países.
El muro tiene una explicación. El número de inmigrantes ilegales en Estados Unidos se estima en doce millones. La gran mayoría son hispanos que trabajan en Estados Unidos en aquellas tareas que los americanos no quieren o no pueden hacer. Lo mismo ha ocurrido en Europa. Ahora que la crisis ha castigado la construcción y otros sectores económicos de mano de obra abundante, reaparecerán viejos problemas de todo orden.
Pero la frontera vallada es la más frágil de las soluciones. Las patrullas fronterizas americanas han pasado de 6.000 agentes en 1996 a 18.000 en la actualidad. El problema existe pero es un problema que tendrá que tener una solución que no pase por la expulsión de doce millones de gentes que viven en Estados Unidos. Es imposible y no hay estómago, ni el de un político, que pueda ponerse al frente de esta manifestación. Cuando creaban riqueza se hacía la vista gorda y cuando vienen vacas flacas se aplica la ley.
La situación se ha complicado con la aparición del narcotráfico. Tijuana tiene el aire de una gran urbe de los tiempos de las películas del Oeste. Música mexicana, comida picante y cientos y cientos de tenderetes que venden todas las fantasías imaginables. Una ciudad sucia, urbanizada primariamente, con una bandera mexicana enorme que cuelga en un mástil de más de cien metros en la primera ladera de la ciudad.
La inmigración ilegal plantea un problema de gran magnitud. Pero apenas ha aparecido en los debates cara a cara de los últimos días entre Obama y McCain. No votan, todavía. Me recuerda el silencio de nuestros políticos en las campañas electorales sobre un tema que no tienen nada que decir. Lo cierto que ni aquí ni en Europa se pueden poner puertas al campo.
///ENRIC///
A mi Obama me parece otro Zapatero, mas pendiente de los gestos y las buenas palabras que de otra cosa, me da que va a ser otra decepcionante experiencia, al tiempo.
Tampoco yo sé qué decir. No es sólo la (in)migración (ilegal), ninguno de los grandes retos que tiene la humanidad se tocan en las elecciones: desigualdades inter e intra estatales, superpoblación, degradación planetaria, agotamiento de los recursos… Es como si la humanidad escondiera la cabeza bajo el ala pensando que las generaciones posteriores ya encontrarán solución a esos graves problemas. Triste impotencia.
Sr.Foix: En los debates de Obama y McCain han habido muchas lagunas, no se han afrontado temas en profundidad y se ha buscado el efectismo más que la esencia del debate, he salido un poco decepcionado de todos ellos, esperaba algo más.