Washington
En la Pennsylvania Avenue 555, en el paseo de los monumentales museos del Mall de Washington, se levanta un edificio singular que alberga el Museo de la Noticia, el Newseum, que almacena la historia de las noticias en los últimos siglos.
La interactividad es tan tentadora que el visitante se ve varias veces impulsado a poner a prueba sus conocimientos en todos los campos del saber pasando los dedos sobre las numerosas pantallas instaladas en locutorios personales.
El Museo es un recordatorio del papel de los medios de comunicación y sus relaciones siempre complicadas y tensas con el poder. En la misma calle se exhiben las portadas del día de los principales diarios americanos.
En el interior me ha alegrado ver muy bien situada la primera página de La Vanguardia de ayer sábado. La prensa de papel compite, desde el prestigio y la profundidad, con la radio, la televisión y todos los nuevos medios que han desempeñado un papel decisivo en la campaña electoral de Obama que será estudiada hasta el más pequeño detalle en las universidades de todo el mundo.
Hay 14 galerías y 15 anfiteatros. Me detengo un buen rato en los cortes principales de los discursos inaugurales filmados desde F.D. Roosevelt hasta George W. Bush. La brillante intervención de John Kennedy en 1961 compite con la retórica improvisada del presidente electo Obama que entrará a formar parte de esta galería de discursos presidenciales.
El museo está presidido por las 45 palabras de la primera enmienda de la Constitución de 1791 que están grabadas sobre una inmensa pared de mármol: “El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para impedir al gobierno la reparación de agravios.”
El poder que transcurre por las amplias calles de Washington está en la Casa Blanca, el Congreso en el Capitolio y el Tribunal Supremo. Pero el poder de los medios de comunicación, el gran poder de la libertad, es el que vigila sobre todos ellos. No es necesario recordar que en la democracia más sólida del mundo, dos reporteros del Washington Post hicieron dimitir al presidente Nixon por haber mentido en la historia de Watergate.
Por las salas y anfiteatros del museo pasan las imágenes desesperadas de la Gran Depresión, los disturbios raciales y sociales de los años sesenta, la llegada a la Luna, las dos guerras mundiales y los atentados del 11 de septiembre de 2001. Todos ellos merecen una prolongada mirada.
La libertad, como el alcohol, no se sirve nunca en estado puro. Pero el talante liberal y abierto de esta sociedad que se construyó por William Pen, Franklin, Madison, Washington, Jefferson y demás padres fundadores de la república en Filadelfia hace más de dos siglos, explican la gran capacidad correctora del sistema americano que suele salir de las muchas crisis que ha atravesado de la mano de la libertad de expresión y de autocrítica.
El país vive una catarsis sin precedentes al despertarse cada día y recordar que la Casa Blanca estará ocupada por una familia negra, una derivada imprevista e impensable del sueño americano.
Efectivamente, todo es posible en América, como dijo Obama en la gran noche de Chicago. Los próximos tiempos nos servirán la realidad que será adecuadamente almacenada en todos los formatos clásicos y modernos en este singular museo.
Cuando alguien dentro de un siglo consulte accidentalmente esta crónica esbozará una sonrisa complaciente pensando lo pardillos que éramos los que pensábamos que habíamos alcanzado la plenitud de los tiempos en la comunicación. El papel de la opinión pública y publicada será cada vez más decisivo porque la información se ha socializado.
El mayor progreso de los últimos dos siglos en el mundo se encuentra en aquellos países que han sido más libres. Y Estados Unidos, con todas sus contradicciones, avances y retrocesos, no ha sucumbido a las imposiciones arbitrarias del poder.
Las críticas más devastadoras a los abusos y desvaríos de la Administración Bush han salido de Estados Unidos donde se han publicado las obscenas imágenes de la prisión de Abu Ghraib en Bagdad, se ha denunciado la tortura y la falta de garantías jurídicas en Guantánamo forzando una sentencia correctora del Tribunal Supremo y se ha movilizado a la opinión pública para poner fin a la utopía liberal conservadora que nos hizo creer que las fuerzas del mercado por sí solas resolverían los problemas del mundo en los tiempos de la globalización. La mayoría de libros de actualidad política en cualquier librería del país son un compendio de críticas crueles a los últimos años de Bush.
Ahora le tocará el turno a Obama cuando emerja del baño de masas globales que han aplaudido su victoria.
Los medios deben proponer soluciones, nuevos modelos de crecimiento, pedagogia economica y menos alarmismo. Aunque para muchos sea una crisis sistematica debe ser tratatada como una crisis de ciclo. Se deben de reformar las estructuras organizativas publicas y privadas, de forma lenta y poco traumatica.
Sr.Foix: A partir de ahora empieza una cuenta atrás terrible, a medida que se vayan acabando las prestaciones de los parados emergerá la crisis en toda su magnitud. La prensa en particular y los medios de comunicación en general, tienen una responsabilidad añadida y muy importante en estos momentos, han de empezar a tomar parte activa en la lucha contra esta crisis y no actuar como meros altavoces de consignas políticas.