En el precalentamiento de la campaña del 26 de junio, sería recomendable que cada formación se pronunciara sobre cómo piensa participar en la siempre inacabada construcción europea. Sería como pasar el primer cedazo para clarificar posiciones. No hace falta que hagan de Europa un dogma, sino que aporten soluciones y puntos de vista para hacer viable la contribución más importante, según afirmaba Helmut Schmidt, que Europa ha hecho al mundo en el siglo pasado: un amplio espacio de convivencia, progreso y libertad.
Las elecciones tendrán lugar tres días después del referéndum británico sobre si sigue permaneciendo en la UE o bien decide irse. El Brexit será uno de tantos escollos para avanzar en un espacio de civilización común en el que, por primera vez en muchos siglos, el horizonte de la guerra está del todo despejado. Está bien dedicarse a la elaboración de listas, a presentar programas y a dibujar posibles alianzas. Pero Europa es un asunto principal para que tengamos todos una cierta seguridad de que cualquier problema, por difícil y complicado que sea, tiene una salida pactada, democrática y posible en el seno de la siempre imperfecta Unión Europea.
Es imprescindible saber si Unidos Podemos acepta la idea de Europa por muchos que sean los aspectos que quiera reformar. Saber, por ejemplo, qué alternativas ofrecen a los problemas económicos, políticos y fronterizos que siembran el cansancio y el miedo en sectores de las sociedades europeas que votan partidos xenófobos o de extrema derecha. Sabemos lo que pensaba hasta ahora Pablo Iglesias. No nos consta con tanta claridad la opinión de Alberto Garzón.
Europa domina el debate político de Gran Bretaña a Polonia pasando por Italia, Francia y Dinamarca. Sin Europa perdemos el paraguas de la seguridad colectiva pactada implícita o explícitamente.
El desnortado Boris Johnson, hasta hace poco alcalde conservador de Londres, ha salido con la extravagancia de comparar la Europa de hoy con la que pretendían Napoleón y Hitler. En el mensaje de los euroescépticos británicos late la idea de que Alemania quiere conseguir ahora, por su hegemonía política y económica, lo que no consiguió Hitler por la fuerza bruta de sus aviones bombardeando Inglaterra.
En su biografía sobre Napoleón, Emil Ludwig pone en boca del corso que “esta aglomeración europea llegará, tarde o temprano, por la fuerza de las cosas; el impulso está dado y no creo que después de mi caída y de la desaparición de mi sistema haya en Europa otro gran equilibrio posible que la aglomeración y la confederación de los grandes pueblos”.
Una generación después era Victor Hugo el que afirmaba que “llegará un día en que todas las naciones del continente se fundirán estrechamente en una unidad superior y constituirán la fraternidad europea”. Victor Hugo fue uno de los escritores más célebres de su época y se cuenta que sus funerales han sido los más concurridos en la historia de Francia.
Churchill creía que el destino británico era el atlantismo, y cuando estaba solo defendiéndose contra las bombas de Hitler, expresaba que su máximo deseo era reunirse con el presidente Roosevelt y convencerle para que se incorporara en la lucha contra el nazismo. Pero en su célebre conferencia en la Universidad de Zurich en 1946 dijo: “Tenemos que construir los Estados Unidos de Europa y sólo de esta manera cientos de millones de trabajadores serán capaces de recuperar las sencillas alegrías y esperanzas que hacen que la vida merezca la pena”.
Es cierto que la Alemania de Angela Merkel es la gran potencia económica y política del actual momento europeo. Sus políticas han de pasar la prueba de la historia y, sobre todo, han de revalidarse en las urnas del otoño del 2017. Pero no ha salido de la boca de la canciller una palabra o un gesto que ponga en duda su compromiso europeo, que Alemania ha mantenido y respetado desde Adenauer hasta hoy.
La genialidad de la Europa que atrae a tantos millones de pobres de la tierra, refugiados, perseguidos por sus creencias, es una cierta mano invisible que ha propiciado el nacimiento y la consolidación de una sociedad ordenada a partir del interés nacional de cada país o Estado miembro.
Nuestros políticos saben o deberían saber que sin una Europa que nos proteja de nuestros propios fantasmas podemos caer en los errores y horrores de nuestro pasado más o menos inmediato. Se dirán muchas procacidades en la singular campaña electoral que está en marcha.
Pero al margen de los argumentos de cada partido, tenemos derecho a saber qué propuestas hacen para los refugiados, para la desorbitada deuda, para la estabilidad presupuestaria y para la política articulada como expresión del civismo de las distintas sociedades europeas.
Publicado en La Vanguardia el 18 de mayo de 2016
Sr. Foix: Hemos de agradecer a Estados Unidos y a la U.R.S.S. su intervención en la segunda gran guerra mundial, pues sin ellos, ahora Europa y el Mundo entero sería otra cosa.
Ahora nos causa mucho temor, respeto y horror todo lo relacionado con lo atómico y lo nuclear, pero recuerdo que el día que, por la radio se nos comunicó que los Estados Unidos habían bombardeado con una bomba atómica la ciudad de Hirosima y luego con otra bomba atómica la ciudad de Nagasaki del Japón, estuvimos muy contentos y aun más porque el Japon se rindió acto seguido, dando fin totalmente a toda la Segunda Guerra Mundial.
«»En cuanto a Europa, la nueva Rusia resarcida de Vladimir Putin y la política de beligerancia del bloque occidental, definen nuevamente un escenario de confrontación lleno de incógnitas, en el que la OTAN vuelve a cobrar su máximo protagonismo»»…
Gracias por compartirlo Francesc…
Sr.Foix: en Europa cambian las caras cada cuatro años pero, a pear de ello, o gracias a ello, se mantienen ciertas políticas y decisiones que no siempre coinciden con ese espíritu europeista de igualdad y bien común que tanto se pregona…
Está muy bien, aprovecho para compartir con los demás lectores mi último artículo que en cierta forma está relacionado con esta nueva entrega: http://bit.ly/1TZcy66