Una de las satisfacciones, un tanto inútiles ciertamente, al leer a los creadores de opinión que cada vez son más numerosos en la masa crítica del periodismo de hoy, es la de seguir las reyertas entre columnistas, tertulianos y demás sabios que adornan el paisaje mediático de nuestras patrias.
Hay quien escribe para una persona, dos o tres lectores, máximo unas decenas. Ya le basta. Las disputas en estas épocas de pensamiento rápido son como los duelos decimonónicos. Un testigo por banda, unos pocos observadores, las pistolas y la puntería. Si se yerra, se pierde. Muerto o vivo.
Una de las novedades del periodismo de tiempos desbordados como el actual es que nadie tiene el monopolio ni la hegemonía de la información. Tampoco de la opinión. La metáfora es libre, claro que sí, però las metáforas son desplazadas por los hechos ante la aparición de miles de informadores, periodistas o no, que suministran constantemente evidencias irrefutables.
La frase lapidaria de Abraham Lincoln resuena en todas las redacciones, en los gobiernos de todos los tiempos y también cabe aplicar en los momentos que corren: “se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. No tiene razón, grita demasiado, decía el extraño y cambiante príncipe de Talleyrand que pasó de obispo a ser un revolucionario y acabar en el Congreso de Viena que puso fin a las guerras napoleónicas. Siempre fue el representate de la Francia cambiante. Mérito tenía.
Quien tenga más espacio en el papel, más tiempo en las radios y televisiones, no quiere decir que tenga el monopolio del análisis de cuanto ocurre. Y si cree que lo tiene siempre sale alguien para sacarle una tarjeta amarilla y recordarle, quizás unos meses después, la fragilidad de sus planteamientos.
Siempre ha sido así desde los tiempos de Condorcet y Voltaire que serían contrapuestos por Edmund Burke y Chateaubriand. Lo interesante es poder seguir estos rastros de vanidades absurdas, prestigios fabricados, espejos de influencias de espejos rotos por la realidad que lo aplasta todo. Me dirán, però ¿a quién se refiere este señor? A muchos. Les invito a leer con espíritu crítico, con criterio propio, con independencia mental todo aquello que tan bien elaboran y resumen los que forman parte de los ministerios de la verdad. George Orwell no se ha ido nunca. Hay que releerlo cada temporada. Honestidad, rigor, libertad y ajeno a lo políticamente correcto. Valentía.
Decía Alejandro Rossi que si por la calle preguntabas la hora te habías de fiar de la respuesta, por mantener un mínimo de cordura. Estoy aprendiendo a guiarme por el sol. Lo hago de forma autodidacta. Buenas noches.
Sr.Foix: hay artículos y articulistas que hay que leerlos entre líneas y descifrar los mensajes que llevan…que no siempre van dirigidos al público que los lee…el exceso de información siempre es desinformación y por eso recibimos a diario un volumen de información imposible de digerir sin empachos…hay que seguir la dieta que nos libra de indigestiones, que no es otra que elegir bien la fuente de información…