Este mes de agosto, en pleno suspense sobre cuándo sería el debate de investidura, preocupados por si habría o no terceras elecciones en un año, ha salido el informe correspondiente al 2015. La Universitat de Barcelona se encuentra entre las primeras doscientas, lo que ha sido señalado con satisfacción por los medios catalanes. La versión más divulgada es que no había ninguna entre las primeras ciento cincuenta y que después de la UB venían la Autònoma de Barcelona, la Autónoma de Madrid, la Complutense, la Pompeu Fabra, la Politécnica de Valencia, Granada… Trece en total entre las mejores 500 universidades del mundo. Precariedad total.
El nivel académico español no juega en la primera división del conocimiento y divulgación del saber en el mundo globalizado. La escasa presencia de universidades españolas entre las mejores del mundo no parece preocupar a nadie. Y menos a los políticos que se preparan para hacer posible una investidura por los pelos y a gobernar con una precariedad política que convertirá esta o la siguiente legislatura en un campo de batalla ideológico y de intereses partidarios.
Se intenta gobernar en contra. En el Homenot de Prat de la Riba de Josep Pla, lo recordaba Marc Arza en un tuit reciente, Prat tenía la noción de los estadistas europeos y no la de los gobernantes españoles. En España, apuntaba Pla, un gobernante no es otra cosa que un opositor momentáneamente triunfante que aplica y realiza sus ideas de oposición. Esto explica por qué en España no se gobierna nunca a favor de algo, sino siempre en contra de algo… Se aprecia siempre más una mentalidad destructiva que constructiva.
Esta intransigencia, esta mentalidad de oposición entre los que gobiernan también, se ha puesto de relieve en las siete reformas educativas desde la transición. Esto no puede ser. Esto es una barbaridad, una falta de visión, un tomarse la política como si fuera la finca particular de un partido, de un líder o de una idea. Cada vez que gobierna la derecha hace tabla rasa de la ley educativa de la izquierda y cuando entran los socialistas barren los vestigios de las reformas conservadoras. El ministro Wert fue fiel a esa desdichada tradición y ahora se pretende aplicar su ley educativa mientras él disfruta de un retiro dorado en un cargo público y bien retribuido en París.
Los alemanes criticaron tanto los éxitos de Bismarck, el que consiguió la unidad del país en 1870, que acabaron echándole del poder con la aquiescencia del frívolo káiser Guillermo. Pero un legado muy significativo fue el haber instituido un bachillerato cuyas líneas fundamentales todavía perduran en la Alemania de hoy.
El país está más instruido y mejor educado que hace cincuenta años. Es cierto. Y son muchos los jóvenes y no tan jóvenes españoles que se encuentran estudiando y trabajando en las primeras universidades de la lista de Shanghai. Pero la insensibilidad de todos los gobiernos, de la política española en general, para conseguir una universidad de primera división es alarmante y muy perjudicial para todos.
José Antonio Marina, filósofo y pedagogo reconocido, ha escrito hace poco que una de las prioridades de la próxima legislatura tendría que ser la aprobación de un pacto educativo que se mantuviera vigente más de una generación.
El país no será mejor o peor en función de los gobiernos cambiantes que se avecinan. Será un país de calidad, competitivo respecto al mundo del saber, si mejoran las escuelas y se convierten las universidades en centros de investigación, de trabajo serio y de apertura intelectual para que los docentes sean los mejores. Visto desde fuera y con todas las salvedades posibles, nuestras universidades tienen que dejar de ser feudos endógenos y abrirse al mundo con el salvoconducto obligatorio del inglés, la lengua franca de hoy.
No pido, por imposible supongo, la aparición de una Institución Libre de Enseñanza presidida por primera vez por Laureano Figuerola bajo el impulso de Francisco Giner de los Ríos. Tampoco bajar el nivel de exigencia para que todos obtengan una licenciatura. La universidad exige más presupuesto y más rigor y profesionalidad para estar, por lo menos, entre las cien mejores del mundo. No hay inversión mejor. Los chinos ya lo han entendido.
Els referents del país són els futbolistes.
me disculpo si algo de mi comentario puede reaultar ofensivo, en particular par el Sr. Foix o el Sr. Marina.
No estoy de acuerdo con la valoración de la calidad de las universidades españolas que se describe en la mayoría de los artículos, y en este caso nos encontramos con algo parecido. La formación de los inversitarios españoles no puede ser tan deficiente cuando se contratan y se establecen en países punteros en ciencia y tecnología (EEUU, Alemania, Reíno Unido, Francia…); si la formación recibida fuera deficiente no se produciría ese resultado.
Quizás no hacemos las preguntas adecuadas, o al menos no todas las posibles. Es cierto que en España se hace cada cuatro años una nueva ley de educación. La enseñanza de las matemáticas, por poner un ejemplo, no se modificará de modo esencial, el cambio en ese ámbito depende más de los propios profesores (que tienen más libertad de la que creemos para impartir sus clases), de su capacidad pedagógica y de la de la gestión del centro de estudio. Todos los partidos, todos, usan la educación para sus intereses: los de clase, los nacionales (varios en Eapaña) y para controlar la ideología de la población. Y así en que se basan los cambios de las leyes: idiomas, religión si o religión no y estructura inversión/docentes/centros.
Y qué decir de la empresa española y catalana: ¿Qué están haciendo para aprovechar y promocionar el talento que se genera en España? ¿Qué sueldos pagan a un post-doc en biología molecular o en cualquier disciplina universitaria? ¿Cómo valoran el coste de la investigación y cuánto están dispuestos a pagar? ¿De cuantas subvenciones se benefician con la finalidad de obtener más un crédito a bajo interés que en arriesgar en investigación? ¿Qué creatividad se promociona en el mundo empresarial con el reisgo asociado que conlleva? No será que el mundo empresarial español y catalán no es más castizo que la universidad. No será que no podemos llegar a la meta en solo 30 ñaos cuando otros países han necesitado 100 años. No será que es la sociedad en si misma la que produce ese resultado, y no «solo» las universidades.
Hay mucho relato y pocos datos. Estar entre las 200 mejores no es un mal resultado. Cuenten cuantos estudiantes y profesores acuden a nuestras universiudades. El trememdismo, típico del carácter español del cual no se libra el catalán, no sirve de mucho. Algo que el Sr. Marina, citado en el artículo, también explota en sus libros.
Sr.Foix: en primer lugar alegrarnos que en su periplo por Italia, el terrible terremoto le haya pillado a Vd por el norte del país…sobre el tema universitario comparto su criterio y abundaria en el aspecto de trabajar para que los graduados universitarios pudieran ejercer en sus estudios y no tener que irse del país o trabajar en algo que no tiene nada que ver con su formación…pero entonces entrariamos en la madre del cordero, que no es otra que saber si tenemos dirigentes capaces de cambiar el modelo que tenemos y dar prioridad a la creación de puestos de trabajos acordes a la formación que estamos dando a nuestros hijos…algo que por lo que estamos viendo es hoy por hoy una utopía, nuestros dirigentes tienen como primordial objetivo la creación de un puesto de trabajo para ellos…
Exacto BartoloméC. Has definido la verdadera realidad. No hay otra.
Albert, dice el Sr.Foix que «»Los chinos ya lo han entendido»»…estoy convencido que al final trabajaremos como chinos para los chinos…al tiempo…
Sr. Foix: El seu periodisme descriptiu, ben documentat i d’opinió amb llógica, m’agrada i em satisfa molt.
Muy buena esa defensa de la Universidad, Sr. Foix.
Agradecido, le saluda
J. M. Caparrós Lera
Catedrático emérito de la Universitat de Barcelona