Los momentos históricos se nos echan encima día a día. Anunciamos tanta historia concentrada que perdemos el hilo conductor y las corrientes de fondo que justifican cuanto ocurre. Hace un año David Cameron era primer ministro de Gran Bretaña y ninguna encuesta daba como vencedor a Donald Trump en las elecciones de noviembre pasado en Estados Unidos. Emmanuel Macron era ministro de Economía del gobierno del presidente François Hollande el verano pasado y nada hacía sospechar que hoy sería su sucesor en el Elíseo encabezando un partido nuevo que se ha precipitado en bautizar La República en Marcha (LRM). Mariano Rajoy estaba en funciones inacabables desde diciembre del 2015 y consiguió, contra todo pronóstico, aumentar el número de diputados en las elecciones del mes de junio. Fue investido presidente dejando al partido socialista a la intemperie de sus propias contradicciones y riñas internas.
No estamos en la modernidad líquida de Bauman sino en la fugacidad y las imprevisiones que destrozan incluso las precipitadas predicciones de una tertulia de café. Carles Puigdemont era alcalde de Girona hasta enero del 2016 y en un fin de semana fue investido president por la decisión personal de Artur Mas, que ahora quiere rehacer el camino y volver a presidir la Generalitat cuando esté habilitado judicialmente en unas próximas elecciones. Vana ambición. Los trenes no esperan y los carteros ya no llaman dos veces.
El mapa político nacional, europeo e internacional ha dado un vuelco en un año. Donald Trump asombra al mundo con sus tuits presidenciales y sus indiscreciones que comprometen la seguridad de su país y sus aliados. La primera visita al extranjero será a Arabia Saudí, Israel, el Vaticano, Bruselas y Taormina (Sicilia) para la cumbre del G-7. Los comienzos de un presidente americano no habían sido nunca tan desconcertantes.
La victoria de Emmanuel Macron ha sido inesperada. En un año en el que las democracias han sido agitadas por los extremismos, la confusión, los pesimismos y el miedo, un exbanquero de 39 años, sin partido consolidado, ni de izquierdas ni de derechas, ha recogido los temores de los franceses que querían frenar el populismo y la xenofobia de Marine Le Pen y ha levantado una hipotética bandera centrista para presidir Francia en los próximos cinco años.
No se podía ir más rápido. La primera vez que se sometía a la voz de las urnas era enviado directamente al palacio del Elíseo. El cambio siempre es positivo, inevitable cuando menos, excepto cuando es imposible controlar el volante. Parece como si el mundo democrático viajara a doscientos kilómetros por hora por carreteras comarcales con curvas.
El presidente Macron pasó casi todo el primer día de su mandato en Berlín para darse a conocer a Angela Merkel, que podría ser reelegida por cuarta vez en las elecciones de septiembre. El socialdemócrata y europeísta Martin Schulz no le ha hecho sombra en las tres elecciones regionales de las últimas semanas. Lo más probable y también lo más estable es la segunda gran coalición que se perfila en Berlín.
Macron tiene prisa para fijar posiciones antes de las legislativas de junio. Ha nombrado primer ministro a Édouard Philippe, de 46 años, alcalde de Le Havre, de joven al servicio del socialista Michel Rocard, fiel últimamente al conservador Alain Juppé, y que se ha presentado a sí mismo como “un hombre de derechas”. El ahora primer ministro Philippe escribía crónicas en Libération durante la campaña en las que decía, por ejemplo, que Macron, “es un joven tribuno adepto a un populismo desenfrenado que no asume nada pero lo promete todo, con la pasión de un conquistador adolescente y el cinismo de un veterano”.
Las trayectorias personales han entrado en el territorio de la posverdad, es decir, pueden ser todo lo erráticas y controvertidas que se quiera siempre y cuando se adapten a los relatos imperantes en cada momento. Es época de los listos más que de los inteligentes y honrados. La mentira se desenvuelve con mucha soltura entre las elites. No digo que no haya sido siempre así, lo que ocurre es que ahora es imposible controlar la gran masa crítica de información que no pasa por los filtros convencionales.
Un hecho merece ser resaltado de la elección de Macron. Me refiero al compromiso europeísta del nuevo presidente que es compartido por Angela Merkel y los socialdemócratas de Schultz. Francia, seguramente, para salir de su propia depresión y Alemania para no levantar una bandera solitaria en Europa con la tentación implícita de germanizarla. No importa quién es más fuerte sino de cómo parar los pies a los populismos de derecha y de izquierda, a la xenofobia, el euroescepticismo de los gobiernos de Hungría y Polonia y a la firmeza para negociar el Brexit ante la nacionalista Theresa May.
Publicado en La Vanguardia el 17 de mayo de 2017
Europa, la UE. Pienso que Europa la sostienen dos países: Alemania y Francia. Lo que decidan ellos es lo que cuenta. El resto de países cuenta un poquito, claro, pero no tienen ni poder político ni militar, y están alineados en un esquema Norte-Sur.
Alemania recibe una parte de sus ingresos de su capital en el extranjero: España, por ejemplo; así una parte de su ingreso nacional está ligado a las ventajas de la UE. El Reino Unido desperdicia, quizá, con el Brexit parte de ese ingreso, que de todos modos tiene en sus cuentas nacionales. Igual Francia.
Qué capital extranjero tienen Italia, España, Grecia, Portugal, la República Checa, Eslovaquia, Hungría… Según el balance ingreso/capital descrito por Thomas Pikkety resulta muy ventajosa está situación mientras los países de la UE se mantengan bajo las directrices de la economía diseñada en Frankfurt.
Muy ventajosa para Alemania y Francia.
Demasiado ventajosa para Alemania y Francia diría yo José A…
…y creo de además cada dia menos ventajosa para nosotros, los de Sur.
Sr.Foix: todo va muy deprisa, demasiado deprisa… la idea es que no nos de tiempo a reflexionar sobre lo que estamos viendo y viviendo…es la base del juego de los trileros, que busquemos una bolita que no existe…
Estic d’acord amb l’ article, àdhuc el comentari d’Artur Mas, que jo també penso, no hauria de tornar.
Tot i que possiblement no votaré aquest partit , Puigdemont em fa més confiança i no em desagrada gens com funciona. A diferencia de Mas no ha estat tan aprop de la corrupció , però pertanyen al mateix partit i això és un escull important…..de tota manera, els fills no tenen perque pagar els pecats del pares.
Sr. Foix: Tot plegat em recorda que el meu pare m’explicaba, que cuan va estar al front de Teruel, durant la guerra incivil de España, els soldats aragonesos que defensaban el gobern de la Republica, deian a els companys :
» Si cagáis morireis y si no lo hiciéreis también. »
Uns fan terrorisme, maten,degollen ect. i els altres elshi venen les armes de guerra i després els bombardejen tipus terremoto, matan a tort i a dret. Tant a terroristes com a inocents totals.
Aixis es el ser humá.
«Los trenes no esperan y los carteros ya no llaman dos veces» escriu Lluís Foix parlant, entre altres, com no!, de Carles Puigdemont i Artur Mas. Es aplicable aquesta tesi als Borbons? Si? No? Per què?