La muerte de Stalin, de Armando Iannuci, es una sátira grotesca de los días de la muerte del dictador. La película no aporta nada a la historiografía de aquel febrero de 1953 pero sí que recrea una atmósfera de desconfianza, crueldad y espionaje alrededor de aquel tirano.
Laurenti Beria es el gran espía y el que controla la información. Lo sabe todo de todos. Es el ministro del Interior y no está seguro de que Stalin esté muerto a pesar de yacer cadáver en el suelo de su despacho. El poder de Beria radica precisamente en utilizar la información.
El espionaje y el juego sucio han circulado por las cloacas de los grandes imperios. Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia han nutrido de personajes turbios que en forma de agentes o agentes dobles han intentado debilitar o eliminar a enemigos.
La Rusia de Putin está en la tradición de todos sus antecesores en el Kremlin. Sigue persiguiendo a sus enemigos internos y externos. En tiempos de Stalin, Ignatz Reiss fue asesinado en Lausanne en 1937, Yevehen Konovales en Amsterdam en 1938, Lev Trotski acabó sus días en México tras recibir cuatro golpes de piolet del manresano Ramon Mercader. La lista es interminable.
Pero quizás el campo de batalla más frecuentado por el espionaje ruso ha sido Inglaterra, el país donde, curiosamente, ha producido los grandes espías del siglo pasado cuyo caladero más importante fue Cambridge en los años treinta. Allí se reclutaron a Kim Philby, Burgess y Blunt que durante una generación hicieron el doble juego sirviendo a Moscú desde las instituciones británicas.
El inglés es observador, silencioso, cauto. Viví años a pocos metros del centro de reclutamiento del MI6 de Londres y no me enteré hasta que un exagente me lo contó en la antigua Rhodesia. Londres protege a los revolucionarios y a los espías pero los intenta controlar. Pero entran los rusos y los matan. En el 2007 fue envenenado el exagente del KGB, Alexánder Litvinenko, con unas gotas de polonio 210 que lo eliminaron en unos días. Ahora ha sido el exespía doble ruso, Serguéi Skrital y su hija, los que fueron encontrados inconscientes en un banco de la histórica y bella ciudad de Salisbury, aparentemente envenenados por un gas nervioso ruso.
Theresa May ha reaccionado con ira y ha expulsado a 23 diplomáticos rusos suspendiendo todos los contactos bilaterales de alto nivel con Moscú. Putin hará algo parecido en breve. Es el viejo juego que adquiere gran relevancia en Londres pero que en Rusia es tratado como un ataque a la patria. Putin es un viejo espía que sabe el oficio y que conoce la injerencia rusa en las elecciones occidentales a través de internet. Será el anfitrión del Mundial de Fútbol del 2018. Gran Bretaña no enviará ninguna representación institucional. La seguridad y el espionaje trabajarán juntos. Putin no quiere enemigos externos y mucho menos internos.
Publicado en La Vanguardia el 15 de marzo de 2018
Una iglesia por aquí: http://bit.ly/2IvGpTS
A Putin ni tocarlo!
Y a los hijos de Putin menos…
Sr.Foix: el sistema de represión y ajustes de cuentas de Putin es tan viejo como el mundo…las reacciones que se producen en algunos paises, en contra de estos actos, Putin los usa en su favor en Rusia…se quita enemigos y gana adeptos…tenemos Putin para rato y veremos cosas peores, si todo se queda en meras palabras de denuncia…