Una de las consecuencias de la crisis económica es que ha caído notablemente el absentismo laboral. Así lo expresaba el profesor Josep Olivé en el programa de Josep Cuní hace una semana con un análisis sobrio pero muy claro sobre la situación en la que nos encontramos. Pocos se atreven a pronosticar si hemos tocado fondo o cuántos meses nos esperan hasta que se detecten los primeros destellos de recuperación.
Se puede pensar que toda la responsabilidad de cuanto nos está ocurriendo es de los políticos, los de aquí o los de allá, en su intento para desviar la atención con iniciativas legislativas que nada tienen que ver con la preocupación principal de la mayoría que es conservar el puesto de trabajo o recuperarlo.
La irresponsabilidad de Zapatero como presidente de turno de la Unión Europea es notable si anuncia iniciativas que no son compartidas, ni siquiera conocidas, por los socios más potentes de la Unión. No cabe esperar mucho en materia económica de un presidente que negó la evidencia de la crisis y no ha querido escuchar los consejos del Banco de España, de la OCDE y de los informes cualificados de instituciones académicas que con los datos en la mano le urgían a que emprendiera las reformas imprescindibles para salir de la crisis.
La prensa europea no suele dictar la política de los gobiernos y acostumbra a limitarse a explicar y opinar sobre lo que ocurre desde posiciones diversas y plurales. Es sintomático que los grandes medios europeos coincidan en señalar la fragilidad de la política económica de Zapatero respecto a cómo afronta la crisis en España y cómo piensa aportar soluciones a los problemas europeos. Tanta unanimidad me inquieta.
Para salir de la crisis son necesarias políticas acertadas de los gobiernos nacionales y de la UE en su conjunto. Una de las medidas imprescindibles, a mi juicio, es más pedagógica que legislativa. La Alemania federal de los años cincuenta surgió de las cenizas de la guerra con un esfuerzo colectivo para reconstruir el país. Consistía básicamente en que cada alemán trabajara más horas, no reclamara aumento de salarios y se esforzara en hacer mejor que nadie el trabajo.
Alguien tiene que decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades durante largo tiempo. Y no será posible continuar así, con una deuda personal, familiar, empresarial y nacional que no se podrá pagar a corto o medio plazo.
El político que anuncie medidas de esfuerzo y austeridad personal y colectiva, trabajar mucho y bien, seguramente no ganará muchos votos en las elecciones. Pero hará un gran servicio a la sociedad que espera conocer de los máximos responsables políticos la magnitud de la crisis y participar personalmente en superarla. En definitiva, más realismo y menos frivolidad, más transparencia y menos propaganda.