En la cumbre de Copenhague se dibujó una tendencia del desplazamiento del poder en el mundo desde el Atlántico hasta el Pacífico. Los ideales de los impulsores del cambio climático, principalmente los gobiernos europeos, fueron arrebatados por Estados Unidos y China. Son los países más contaminantes del planeta y prefirieron ponerse delante del movimiento ecologista para trazar las líneas que mejor se adecuen a sus respectivos intereses nacionales.
En términos geopolíticos, Europa ha quedado desplazada dejando paso a una nueva hegemonía global que tendrá su eje allí dónde hay más riqueza, más población y, en definitiva, un mayor potencial militar. No es una casualidad que Obama sea el primer presidente que pase sus vacaciones navideñas en Hawai. De hecho, es el primer presidente del Pacífico al haber nacido en Hawai y haber recibido educación en su infancia en Indonesia.
China muestra su musculatura de gran potencia con la evidencia de los hechos. Los Juegos Olímpicos de Pekín enseñaron al mundo cómo la tecnología ha sido incorporada a la realidad. Su crecimiento es sostenible, apenas arañado por la crisis global de los últimos dos años. Shanghai es el centro financiero del Pacífico superando posiblemente la hegemonía de Nueva York. En el censo previsto para 2010 se estima que su población será casi cuatro veces superior a la de Estados Unidos y tres veces la de Europa.
A pesar de estas evidencias, China corre el riesgo de atravesar las convulsiones sociales que conoció Europa en la Revolución Industrial. Por dos razones importantes. La primera es la imposibilidad de gobernar un país tan grande con la mano de hierro del Partido Comunista que puede verse superado por una sociedad que cada vez más vive como si fuera una potencia capitalista, pero sin el lubricante de las libertades.
Los tumultos y manifestaciones no se limitarán al Tibet o a la provincia con Uigur con una población musulmana considerable.Los conflictos se producirán en los espacios urbanos más avanzados a los que cada día llegan miles de campesinos en busca de un horizonte de mayor bienestar.
La segunda razón es su demografía. China será la primera gran potencia mundial que envejecerá antes de alcanzar la distribución de la riqueza que produce. El 2010 será el año de China, también por la Exposición Universal de Shanghai que será un gran acontecimiento. La historia nos relata que los grandes saltos hacia el progreso de un país no se producen sin fuertes convulsiones internas. El hecho que este prodigioso cambio se produzca bajo el control de un partido que no podrá dominar un sector privado más importante que el sector público anuncia convulsiones inesperadas.
Puede ocurrir que las costuras encorsetadas del régimen se rompan. El progreso y la libertad viajan juntos.