El fin del mundo no vendrá esta temporada para el Barça. Tardará un poco más. Me cuesta encontrar nuevos adjetivos descalificativos del desastroso comienzo de curso. Todas las desgracias están perfectamente descritas en columnas, tertulias, análisis e informaciones. Ernesto Valverde es el primer y más frágil fusible que puede saltar. Él mismo lo ha reconocido. Pero el Barça no puede despachar la crisis de juego de estas semanas con la cabeza del entrenador. Xavi lo dijo ayer desde Qatar al advertir que “si los de arriba no trabajan, el Barça sufrirá”. Se refería a Leo Messi y a Luis Suárez. Añadiría por mi parte a la directiva y a la errática política deportiva del club en los últimos meses.
¿Quién solicitó el fichaje de Griezmann? ¿Por qué el internacional francés corre en solitario por los estadios? El Barça no puede caminar, pasear diría, por Los Cármenes granadinos ni tampoco alinear a un tal Junior que no se sabe por qué jugó una primera parte tan lamentable. Las estrellas de este Barça están aburguesadas, no corren, hacen corrillos concéntricos que no se comunican con los otros corrillos. El peligro es que a medida que Messi vaya bajando su rendimiento, por razones estrictamente biológicas, puede querer influir en las decisiones de la Junta. El caso Neymar insinúa esta tendencia. El ánimo, el talento y el talante de Ansu Fati es el futuro y el presente. Velocidad y buen estado físico. Esta noche se pueden empezar a recuperar las buenas actitudes ante el Villarreal.
Publicado en Mundo Deportivo el 24 de septiembre de 2019
Cada vez me cuesta entender algo del fútbol actual, no creo que pueda analizarse desde un punto de vista racional, cuando así debería ser.
Demasiadas estrellas y casi todos estrellados en su ego.