Es un año singular para el fútbol europeo. Hay mundiales en Qatar en el mes de noviembre con la consiguiente alteración de los calendarios globales; el Barça, el Madrid y la Juventus no se apean del supuestamente lucrativo proyecto de la Superliga; muchos deportistas ucranianos han regresado a su tierra para defenderla de los ataques del ejército de Putin y los rusos están fuera de todas las competiciones por la guerra de Ucrania.
El fútbol sigue con el vigor y entusiasmo de siempre. El deporte es el mejor antídoto para neutralizar conflictos y encauzar la rivalidad participando noblemente en las competiciones. No hay que olvidar que uno de los principios por los que se rige el deporte es el ‘fair play‘. No solo en los estadios o en las graderías del gran público sino también en las estructuras organizativas, en las instituciones arbitrales y en el mercadeo de los fichajes millonarios.
El fútbol resistirá las muchas presiones a las que se verá sometido este año. Un grato recuerdo lejano de la horrible Gran Guerra de 1914 fue el partido de fútbol entre soldados enemigos el día de Navidad. Pero que la codicia no rompa el saco y se preserve por encima de todo la variante deportiva sobre cualquier otra. Por encima de los negocios, la geopolítica y los intereses inconfesables. Para que algo sea muy grande tiene que ser muy sencillo. Los propietarios o gestores de los grandes clubs olvidan, a veces, estos elementales principios.
Publicado en Mundo Deportivo el 29 de marzo de 2022