El mundo democrático sería muy distinto si todos los sistemas electorales tuvieran las mismas reglas. Pero no es así. Primero porque es imposible y segundo porque cada sociedad se organiza de acuerdo con sus costumbres, sus contradicciones y sus riesgos de representatividad deteriorada.
El hecho es que Emmanuel Macron le sacó 17 puntos a Marine Le Pen en las presidenciales francesas del domingo. No fue una victoria raspada, sino un triunfo incuestionable que significa que Francia no será presidida en los próximos cinco años por una formación que pretende distanciarse de la OTAN, desvirtuar la Unión Europea y mantener vínculos estrechos con la Rusia de Putin. Europa amaneció aliviada el lunes por la mañana. Las democracias no son paraísos de paz perpetua, sino que sobreviven a base de crisis y de sustos.
Se han señalado los méritos de Marine Le Pen al situar a la extrema derecha francesa en el 42 por ciento de votos emitidos, un total de más de 13 millones. Pero más mérito tiene que Emmanuel Macron, distante, elitista, poco empático y representante de la Francia urbana y liberal, haya conseguido repetir mandato, un hecho que no se producía desde hacía veinte años. Consiguió cinco millones de votos más que Le Pen.
Los resultados han mostrado una Francia dividida ideológica, social y territorialmente. Lo mismo ocurrió con el Brexit en el 2016 en Gran Bretaña y en las dos últimas elecciones norteamericanas, especialmente tras la irrupción mastodóntica de un personaje como Donald Trump, que quiso tergiversar los resultados del 2020 estimulando el asalto al Capitolio el 6 de enero del 2021.
Uno de los rasgos de las democracias son precisamente las divisiones. Existen en todos y cada uno de los estados europeos que se han acostumbrado a la discrepancia y a la controversia. Solón, el sabio de Grecia, dejó escrito hace más de dos mil años que la política es el arte de armonizar los intereses contrapuestos de los ciudadanos.
Macron fue castigado por las crisis de los chalecos amarillos y por la pérdida del poder adquisitivo de los franceses. Pero en la balanza pesó más la voluntad de Francia para liderar Europa políticamente en unos tiempos en los que, queramos o no, estamos en guerra con Putin en las bombardeadas ciudades ucranianas. Es interesante señalar que la primera llamada de Macron a un líder mundial fue al canciller Scholz. Como lo habría hecho De Gaulle con Adenauer, Giscard con Schmidt y Mitterrand con Kohl.
Macron no es el presidente ideal ni Joe Biden el presidente perfecto. Boris Johnson, en su soledad, sobreactúa haciendo de Churchill para tapar sus miserias internas. Pedro Sánchez ha visitado a Zelenski en el infierno de Kyiv, aunque varios de sus ministros no han condenado los bombardeos de Putin. Rarezas democráticas.
La victoria de Macron hay que enmarcarla en el momento crítico que atraviesa Europa, un gigante económico con una seguridad colectiva insuficiente, dependiente energéticamente de Rusia, contra la que se han dictado severas sanciones económicas, una verdadera contradicción si cada día le entregamos a Putin 600 millones de euros para que no corte el grifo del gas.
La nueva era que ha anunciado Macron tras las legislativas del mes de junio tendrá que pasar por recuperar a los descartados que se han abrazado a Le Pen como consecuencia de la globalización, el declive de los sindicatos, la desaparición de puestos de trabajo por la digitalización de la productividad y por sentirse olvidados, invisibles, perdidos en el último escalón de las prioridades de la economía neoliberal.
El radicalismo en la política francesa y europea no desaparecerá, sino que se hará más profundo si no se consiguen corregir las enormes desigualdades sociales y generacionales.
En la primera vuelta Macron ganó en el segmento de edad de mayores de 60 años, Le Pen en el de 35 a 50 años y la izquierda radical de Mélenchon entre los de 18 a 34 años. Se aprecia una brecha generacional considerable que no está en declive, sino todo lo contrario.
Los franceses han optado por la centralidad de un frágil Macron y han descartado los radicalismos de la derecha y la izquierda. Bien mirado, el domingo se batieron un candidato de centroderecha con otra de extrema derecha. Hay que esperar hasta las legislativas de junio para completar el mapa político de Francia.
Publicado en La Vanguardia el 27 de abril de 2022
Que Rusia bloquee medios de comunicación y redes sociales es censura, pero Europa también tiene un problema con la libertad de expresión. La decisión de la Unión Europea de bloquear los medios Sputnik y Russia Today (RT) por su «desinformación dañina» ha puesto sobre la mesa el debate de hasta qué punto se está limitando la libertad de expresión.
Un debate que no solo es político, ya que algunos expertos apuntan que esta prohibición no es legal, ya que corresponde a los distintos países y no a la Unión Europea esta decisión de bloquear los medios de comunicación.
en rusia no hay medios de comunicación en estos momentos: hay aparatos de propaganda militar del genocida criminal putler. no veo por qué se tenga que beneficiar del pluralismo y la tolerancia (imperfectos, pero existentes al fin y al cabo) de occidente. en rusia, estar en contra de la guerra se paga por ley con 15 años de cárcel, y fuera de la ley con «suicidio» asistido, ejecución, plomo o polonio. en españa, en cambio, se han hecho campañas contra el gobierno en contra de la guerra y no ha pasado absolutamente nada. en estados unidos, existen intelectuales y personajes públicos (chomsky, oliver stone, michael moore, por mencionar unos pocos) con posicionamientos políticos/ideológicos en las antípodas de los gobiernos de turno, y han podido desarrollar sus vidas y carreras perfectamente. no, lo de rusia no es censura, lo de putler y su manejo de los medios es la version más salvaje y medieval del estalinismo, el terror y el crimen de estado organizado. tiempos oscuros si con todo lo que está pasando lo que te parece más noticiable es la supuesta polémica del alcance legal del bloqueo occidental a rt/sputnik.
GUERRA I ESPIONATGE. PUTIN I PEDRO SANCHEZ: “TODO POR LA PATRIA”
1.- “Pedro Sánchez ha visitat Zelenski a l’infern de Kyiv, encara que diversos dels seus ministres no han condemnat els bombardejos de Putin. Rareses democràtiques” s’escriu a la crònica “Els ensurts de la democràcia”. El que es una raresa, o potser no?, es que Sánchez no condemni l’espionatge que bombardeja l’independentisme català democràtic i pacífic. També hauria de ser una raresa pels demòcrates espanyols que la Fiscalia de l’Estat no actuï per aclarir els delictes i els responsables del “Catalangate” que alhora és “Eurogate” encara que sigui perquè hi ha eurodiputats catalans espiats per Espanya. La passivitat del Govern Sánchez i de la fiscalia es escandalosament significativa.
2.- De fet, els conflictes Rússia / Ucraïna i Espanya / Catalunya mostra que hi ha un comú denominador entre Vladimir Putin i Pedro Sánchez. Ambdós actuen guiats pel dogma ultranacionanista del “Todo por la patria”. Tot val per defensar la “patria”. El “Todo por la patria” putinesc justifica la guerra del Kremlin contra Ucraïna i violar els drets i les llibertats de les persones i dels pobles. El “Todo por la patria” gonzalià justifica la repressió i l’espionatge de la Moncloa contra l’independentisme català democràtic i pacífic i la violació dels drets i les llibertats de les persones i dels pobles.
3.- La ministra de Defensa, Margarita Robles (que tan be cau a VOX, CS i als sectors ultres de PSOE i PP) ha reconegut al Congrés, sense adonar-se’n, que hi ha espionatge i que el Govern espanyol ne’s responsable. Una Robles nerviosa, a la defensiva i intentant contra atacar, ha afirmat: “¿Como no se va espiar cuando se vulnera la Constitución? ¿Que ha de hacer un estado cuando alguien declara la independència?”. Margarita Robles justifica així l’espionatge, la guerra bruta, les clavegueres de l’estat, la violació dels drets i les llibertats de les persones i dels pobles, el “Todo por la patria”. I Pedro Sánchez n’és responsable i còmplice si no cessa a Margarita Robles.