Rusia es un país grande en todos los sentidos. En cierto modo es inabarcable por sus dimensiones, por su cultura, por su complejidad y por su papel determinante en la historia del mundo desde que Napoleón libró la batalla de Borodinó en 1812 y, tras plantarse en Moscú a mediados de septiembre, tuvo que retroceder al no encontrar más que casas vacías y tierra quemada para privar a la Grande Armée de alojamientos cálidos y comestibles para subsistir.
Al sumergirse en La historia de Rusia de Orlando Figes (Taurus) se entiende la definición que Churchill hizo en 1939 al decir que Rusia “era un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”. Figes relata que el ejército napoleónico había creído que la lucha acabaría cuando tomaran Moscú, pero una vez allí ni siquiera encontraron al enemigo. El zar Alejandro y el general Kutúzov habían abandonado la capital con la certeza de que el “general invierno” acabaría con la temeridad de Napoleón de conquistar Rusia.
Tolstói inmortalizó estos momentos en Guerra y paz y el mismo Chaikovski compondría la obertura 1812, una magnífica pieza entre triunfalista y sarcástica de la resistencia rusa ante el francés. Es interesante penetrar en la historia de Rusia para entender mejor el siglo XX y para encontrar explicaciones a la aventura guerrera de Putin invadiendo Ucrania sin que mediara una causa justificada.
Quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado, escribió George Orwell en 1984. Esta máxima es más cierta en el caso de Rusia, sostiene Figes, que en ningún otro país del mundo. Durante la época soviética, periodo en el que el comunismo tenía que ser el destino humano incuestionable de la tierra y se hacían ajustes en su historia para que así lo reflejara, se contaba un chiste en Moscú que decía que el futuro de Rusia como país es indudable, pero lo que resulta impredecible es su pasado.
Las tres figuras clave de la revolución de 1917 –Lenin, Trotski y Stalin– no solo acabaron enfrentadas sino que Lenin desautorizó a Stalin desde su lecho de muerte y Stalin mandó asesinar a Trotski en México y lo borró de las fotos en las que aparecía como el jefe del ejército que ganó la guerra civil contra los llamados rusos blancos.
La guerra de Putin contra Ucrania no solo es un combate anticuado en las formas, sino que se situa en la recuperación de un pasado imperial que ya no existe. Para comprender lo que ha ocurrido en Rusia en este siglo es interesante conocer el uso que Putin ha hecho de la historia y el mito para construir un sistema autocrático como el que existía en la época de los zares o el que se vivió a partir del triunfo de la revolución bolchevique, dando paso a la Unión Soviética.
Es una paradoja que el país más extenso de la tierra, con once franjas horarias, haya vivido siempre bajo la obsesión de controlar sus fronteras. Un general zarista en la guerra de Crimea dijo que “la frontera rusa estará segura tan solo cuando a ambos lados haya soldados rusos”. Tan grande y tan insegura.
El Estado autocrático se derrumbó en 1917 y en 1991, y en ambas ocasiones volvió a renacer de forma distinta. La libertad y la democracia no han arraigado nunca en Rusia, a pesar de las élites intelectuales y las revueltas populares que han intentado construir un Estado de corte liberal. Siempre han fracasado.
Putin, como buen autócrata ruso, entiende que toda influencia occidental es peligrosa para el dominio absoluto de su pueblo y es necesario combatirla al precio que sea.
No calculó bien, sin embargo, la invasión militar de Ucrania, después de haber anexionado Crimea en el 2014 en paralelo a sublevar las regiones ucranianas del Donbass, de habla mayoritariamente rusa. Putin no es un peligro solo para la libertad de los ucranianos, sino también para los estados bálticos, para Polonia y eventualmente para Europa, que ha reaccionado plantándole cara a distancia con ayuda militar y económica. Final incierto.
Hay una influyente corriente de opinión que calla ante los atropellos criminales rusos en la sociedad civil ucraniana y que sostiene que hay que pactar con Putin entregándole los territorios que reclama a cambio de la paz. Son los mismos que piensan que el pacto de Munich de 1938 entre Chamberlain y Daladier ante Hitler y Mussolini fue un acuerdo para detener el nazismo, que, desgraciadamente, después invadió Europa y luego a Rusia. Sostengo que el lado correcto de la historia, el apaciguamiento, no está en ceder ante Putin.
Publicado en La Vanguardia el primero de febrero de 2023
Y quien habla de ceder ante Putin Sr. Foix?
Aqui de lo que se trata es de parar la escalada armamentista que solo beneficia a Estados Unidos y ademas deja con el culin al aire incluso a Alemania por el mal estado de sus tanques etc etc y sentarse a negociar un alto el fuego inmediato i despres parlemne.
Insisto en que nosotros les podemos mandar asesores sobre taulas i mesas de dialeg i desinflamacions variades.
La guerra genera muchos beneficios para los que negocian con armas y puede que hayan intereses ocultos detrás para que esto siga.
De todos modos enviar armamento no me parece la solución. Con ello se está hostigando a Rusia y eso no es bueno para Europa, mejor tener entendimiento con los vecinos que resentimientos.
Por otra parte EEUU en mi opinión podría mantenerse al margen, pero siempre ha de manejarlo todo, tiene mucho poder, demasiado. Y con las vacunas se han forrado.
Las opciones de Europa son limitadas para que Rusia acepte un acuerdo, y más difícil que se retire de Ucrania. Rusia tiene armas nucleares y la determinación de no ceder, recordemos, el pasado, como venció al ejército nazi a costa de un sacrificio en vidas y material inmenso.
Los únicos que pueden cambiar esta situación son los propios rusos si estuvieran dispuestos, o pudieran en caso de desearlo, a apartar del poder a Putin. No parece que eso vaya a ocurrir, aunque nunca se sabe.
Occidente comete el error de considerar que nuestras soluciones sociales , nuestro modelo de sociedad es el mejor y la referencia. Esto es muy arrogante. El comunismo no ha desaparecido, la segunda potencia de mundo China es un país comunista. Creo que Rusia ve el pasado reciente como un desastre junto con una humillación de la que se quiere resarcir.
Tanto los EE.UU. como Europa dudan en enviar armas avanzadas, parece que desean un acuerdo entre Ucrania y Rusia aunque no lo puedan decir. Este acuerdo, caso de producirse, implicaría que Ucrania cedería parte de su territorio a Rusia y ésta tendría que retirarse de parte del que ahora posee.
La pregunta presente es ¿Puede Ucrania ganar la guerra? Parece que no por sus medios ¿Puede ganar la guerra Rusia? También parece que no. Entonces no queda más remedio que pactar y ceder. Porque acaso Europa y la OTAN se van a enfrentar en guerra abierta a Rusia, no lo van a hacer por las consecuencias.
Alemania no está convencida. Una cosa es lo que se dice delante de los periodistas y otra lo que se piensa sobre este asunto, a Alemania le han destrozado toda su estrategia regional en la que Rusia era un socio imprescindible.
Puede que lo más sensato sea convertir la zona en disputa en una zona desmilitarizada en la que las personas puedan escoger su nacionalidad, vivir en paz y estar bajo control de la ONU. Ni para ti, ni para mí. La paz es más valiosa.
La historia siempre se repite. No hay remedio.