Las elecciones envían mensajes que van más allá de los resultados que se conocen al acabar el escrutinio. En las municipales y autonómicas del 28 de mayo se podrá leer si hay o no desgaste del gobierno de Pedro Sánchez. Se verá también si el electorado socialista corrobora la influencia que tiene Unidas Podemos en el gobierno de coalición.
Los desacuerdos entre las dos formaciones son públicos y se escenifican a diario y también en esta campaña electoral. Los ministros de Podemos critican abiertamente decisiones del propio ejecutivo del que forman parte. La coalición no se rompe porque el gobierno quedaría a la deriva. Pero si el PSOE es castigado por las urnas, Sánchez no tendrá otra alternativa que desprenderse de los ministros díscolos.
Lo importante no es lo que le pueda ocurrir a Sánchez sino cómo quedaría el partido que, por razones de aritmética parlamentaria, ha ido del brazo de una formación que discrepa de las líneas maestras de la socialdemocracia. No se trata de cómo queda el gobierno sino qué será del PSOE si pierde la iniciativa y tiene que depender cada vez más de fuerzas ajenas a su ideario.
Las comparaciones pueden ser equívocas pero basta ver la insignificancia de los socialistas franceses de hoy que desde los dos mandatos de Mitterrand se habían convertido en un partido natural de gobierno como lo siguen siendo los laboristas británicos y los socialdemócratas alemanes.
La idea de una coalición de fuerzas de izquierda tiene sentido siempre y cuando los planteamientos de los socios de gobierno y compañeros de viaje de partidos nacionalistas y periféricos coincidan en cuestiones fundamentales como la organización territorial del Estado, la política exterior, la presupuestaria y la economía social de mercado.
Lo mismo ocurre en Catalunya si se da el caso de que Esquerra pierde fuelle en las municipales. Pere Aragonès no podrá agotar la legislatura hasta 2025 con 33 de los 135 escaños del Parlament. Habrá que analizar los resultados en número de votos obtenidos por el partido del govern y ver de qué lado caen las alcaldías de Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona. También qué dirán las urnas en el área metropolitana. Si ERC saliera debilitada, Aragonès se vería abocado a convocar elecciones.
Abocado ?
Que los aboquen a todos!