La presa de Nova Kajovka se abrió de madrugada y las aguas se precipitaron río Dnieper abajo provocando inundaciones a más de ochenta ciudades y pueblos. Ha sido una tragedia humana y ecológica. Puede significar un antes y un después de la guerra de Ucrania. Desde Kyiv y Moscú se han responsabilizado mutuamente del ataque.
Es difícil saber exactamente lo que ha pasado. Se sabrá un día. Pero dar igual credibilidad a Putin que a Zelenski es no conocer el contexto político, militar y propagandístico que ha desplegado el Kremlin desde 2014 cuando invadió Crimea. Luego vino la práctica ocupación de las dos provincias de habla rusa mayoritaria como son Donetsk y Lugansk.
La primera mentira de Putin es que no estamos ante una operación militar especial sino ante una guerra abierta, unilateral, una invasión sin otra causa justificada que arrebatar territorios a otro país soberano.
La catástrofe sobre el río Dnieper es de tal magnitud que cientos de miles de personas se quedan sin agua potable, las cosechas de una de las zonas más fértiles de Ucrania se resentirán seriamente, millones de peces muertos en las orillas de la corriente que se precipitó al romperse la presa. Un desastre.
En términos militares lo más lógico es que el que se retira dinamite puentes y corte carreteras para impedir que el enemigo pueda transitar por la tierra conquistada. La destrucción de la presa afecta más a los ucranianos que a los rusos. La anunciada contraofensiva tendrá que replantearse por un golpe de efecto que frenará al ejército de Zelenski para que pueda reconquistar las tierras anexionadas por Putin.
La presa está en territorio ocupado por Rusia. Todo es posible y los ucranianos han disparado drones que han alcanzado la misma cúpula del Kremlin. Pero las explosiones se oyeron a más de ochenta kilómetros de la pared del pantano. Una guerra no es un juego sino algo mucho más sangriento en el que la supervivencia de un bando puede llevarle a cometer atrocidades sobre el enemigo. La voladura de la presa no es propia de un ejército vencedosr sino de uno que huye.
No hay información verosímil. Pero los hechos son ciudades y pueblos enteros con el agua hasta los tejados de las casas. Esta táctica no puede ser el objetivo de un gobierno que mantiene un esfuerzo gigantesco para echar al invasor.
El escritor y periodista Timothy Snyder dice en un hilo de twitter que la historia no comenzó con la explosión y la ruptura de la presa. Durante quince meses los rusos han matado a miles de civiles ucranianos, han destruido infraestructuras civiles vitales, han bombardeado hospitales y han destruido bloques de casas enteras. Ucrania ha intentado proteger a sus gentes y la intendencia necesaria para asegurarles el sustento y la vida.
Quien empezó a bombardear y a ocupar un territorio ajeno con decenas de miles de soldados, misiles, tanques y bombas no fue la OTAN ni Polonia ni Alemania. Mucho menos los ucranianos. La guerra se acabaría si los rusos hicieran el favor de retirarse a su tierra. Las heridas que dejará no se restañarán en mucho tiempo.
No estamos ante una guerra de Rusia contra Ucrania sino contra Europa y contra los sistemas de vida europeos, democráticos y occidentales. Ucrania no puede invadir Rusia pero sí que puede aspirar a las fronteras que tenía hace quince meses. Llegará la paz después de las negociaciones. Pero hacer saltar una presa de un gran río provocando una inmensa inundación de tierras pobladas por decenas de miles de ciudadanos civiles es un acto de guerra, un crimen injustificable.
Cain ( Putin ) y Abel.