Tres reflexiones se pueden hacer sobre la ley de amnistía que el PSOE ha registrado en el Congreso y que puede ser aprobada en unas semanas. La primera es el precio que Pedro Sánchez ha pagado para poder ser investido presidente con los siete votos de Junts. La segunda es que Carles Puigdemont y todos los implicados en el procés, desde el 2012 hasta el día de hoy, quedarán libres de las acusaciones y penas que los tribunales hayan dictado. Y la tercera es que el Partido Socialista y el resto de los socios del futuro gobierno han asumido la narración de los independentistas beneficiados por la amnistía. El relato de Pedro Sánchez se ha plegado a las exigencias de Esquerra Republicana primero y a las de Junts unos días después.
Hay muchas más repercusiones de unos pactos que han sido denunciados por todas las asociaciones de jueces y fiscales, por numerosas instituciones de la administración pública, por colegios profesionales y por instituciones académicas, empresariales y profesionales.
Los distintos posicionamientos de instituciones públicas o privadas no impedirán que mañana sea investido presidente Pedro Sánchez. Será un presidente legítimo al conseguir la mayoría de votos, tal como establece el régimen parlamentario de la Constitución de 1978. El problema de fondo tiene que ver con el valor de la palabra dada y con las contradicciones en las que prácticamente todos los ministros del Gobierno y el propio presidente han incurrido entre lo que decían hace tres meses sobre la amnistía y lo que están diciendo ahora. El Gobierno cede cuanto le han exigido los independentistas, mientras que los amnistiados no han renunciado a nada.
Todo sea para conseguir la investidura con una mayoría heterogénea, pero mayoría democrática al fin y al cabo, que se nos anuncia que promoverá la convivencia y el reencuentro en una tierra que manará leche y miel. Pero en el acuerdo entre PSOE y Junts se constata que la cuestión de fondo sigue sin resolverse. El futuro del encaje definitivo de Catalunya en España no depende de siete votos estratégicos en un momento crítico. Es mucho más complejo.
Hay media España que no está de acuerdo con la amnistía, entre la que se cuentan pesos pesados del socialismo. Y tampoco aceptan la investidura de Sánchez pactada con Puigdemont en Bruselas. Núñez Feijóo abandera una oposición dura que, de momento, se manifiesta con multitudes en las calles españolas y que Abascal complementa con concentraciones ruidosas en la calle Ferraz.
El derecho a manifestarse es tan constitucional como el derecho de huelga. Puede ser una forma de protesta contra decisiones de cualquiera de los poderes públicos. Pero la política no se hace en la calle sino en las instituciones, aunque cuando hay cientos de miles manifestándose es que existe un problema que el poder ejecutivo no puede ignorar.
El Partido Popular tiene que librar la batalla política en las instituciones. Tiene el control en el Senado, gobierna en once comunidades autónomas, preside muchas diputaciones, la mayoría de las capitales españolas son de derechas. Sánchez va a ser investido probablemente mañana. La oposición a los avatares de la próxima legislatura se puede hacer desde la calle, pero la forma más eficaz es gestionar con inteligencia y rigor el poder que ya tiene sin caer en la tentación de comprar el discurso de Vox. Las luces largas son aconsejables en las noches de la política.
Publicado en La Vanguardia el 15 de noviembre de 2023
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Esquerra i Junts aun hoy chuleaban al candidato. Todos han perdido votos y todos dicen hoy lo contrario de hace pocas semanas.
Seguramente mañana sera investido el candidato pero se augura un atasco permanente en la legislatura.
No ho veig gens clar. Si, sera cuestion de que estos cortos de neurona, pongan luces largas. Ay quina por!
No es nou amnistia dintra de la Constitució espanyola.Tots els governs la varen fer servir,però el anticatalanisma prevaleix a la Castella profunda.
Com tants polítics, Pedro Sánchez és un oportunista i segurament ja compta amb que els demés li faran la feina bruta per a que l’amnistia acabi en no res. Aleshores dirà que ell ho ha intentat i que són els demés (els partits de dreta, els jutges, etc.) els dolents de la película.