La sacudida electoral de la extrema derecha alemana (AfD) en Turingia y en Sajonia, dos estados que pertenecieron a la ex República Democrática Alemana, tiene más valor simbólico que real. A pesar de ser la primera fuerza en Turingia y la segunda en Sajonia, es improbable que gobierne porque precisa de apoyos del resto de los partidos que no van a obtener. Los dos estados suman 6,2 millones de habitantes y representan el 7 por ciento de la población alemana.
La simbología del espectacular avance electoral de la extrema derecha radica en el miedo que produce que un partido alemán ultra gane unas elecciones con mensajes supremacistas y racistas que guardan paralelismos con los de hace un siglo.
Miedo, intransigencia y odio son conceptos que han reaparecido con fuerza en el vocabulario político europeo. Se basan en el rechazo al migrante, en la guerra de Ucrania y en el temor a la Rusia de Putin, en el alza del coste de la vida y en la inseguridad ciudadana.
Estos resultados son un dardo envenenado a la estabilidad del Gobierno de Olaf Scholz, que preside una coalición formada por los socialistas del SPD, los Verdes y los liberales. Las tres fuerzas que sostienen al Gobierno de Berlín han obtenido resultados insatisfactorios y mediocres. La Europa política está cansada, desorientada, dividida y de malhumor. Si en Berlín hay nervios en el Gobierno Scholz, en París hay pánico con un presidente Macron que no sabe cómo salir del enredo que él mismo provocó al convocar unas elecciones innecesarias cuyo resultado ha sido la imposibilidad de formar un gobierno estable.
La Unión Europea no será destruida desde fuera, sino desde su fragilidad interna, especialmente si Alemania y Francia entran en una crisis que desvirtúe su papel clave en preservar los valores fundacionales de la UE.
La historia no se repite, pero envía señales inequívocas al presente. El crecimiento de los movimientos radicales de derecha y de izquierda ocurría en la Europa de entreguerras, ahora hace un siglo, con movimientos autóctonos y diferenciados que se desprendían del auge del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania. La fuerza y la voluntad se impusieron a la razón y a la democracia.
El canciller Dollfuss inició un régimen autoritario en Austria que acabó con la anexión de su país por la Alemania de
Hitler y, de paso, murió asesinado por el partido nazi austriaco.
Aquel populismo de camisas negras y canciones patrióticas estuvo representado por personajes como el británico Oswald Mosley, fundador de la Unión Británica de Fascistas, que tuvo una gran influencia y miles de seguidores en la Inglaterra de los años treinta. En España, el movimiento lo encabezaba la Falange, fundada por José Antonio Primo de Rivera.
En el fondo de aquellos movimientos se encontraban las consecuencias de la crisis económica y las heridas mal curadas de la Gran Guerra que infligieron a la vencida Alemania unas reparaciones que no podía pagar. John Maynard Keynes lo advirtió y no le hicieron caso. La crisis económica, el paro de millones de europeos y los comienzos triunfales de la revolución rusa alimentaron los totalitarismos.
Fue una crisis económica que derivó en una crisis política, social y de convivencia. Hungría, Países Bajos, Portugal, Rumanía, Gran Bretaña, Francia y España estaban condicionadas por el autoritarismo que se incubaba en Italia y en Alemania.
Charles Maurras, fundador de Action Française, fue uno de los impulsores del conservadurismo que bebía de fuentes autoritarias. En Catalunya, sedujo a muchos intelectuales, de Santiago Rusiñol a Eugeni d’Ors y de Josep Pla a Joan Estelrich, que representaban el catalanismo conservador. Antoni Rovira i Virgili, desde la izquierda, también simpatizó con Charles Maurras.
El populismo europeo de hoy es inquietante si los extremos crecen y la centralidad se diluye en luchas nacionales internas. La única posibilidad de que Europa no quede arrinconada es que mantenga la unidad en los criterios básicos para erradicar la pobreza y reducir las desigualdades. Una Europa solidaria y abierta. Una victoria de Trump cambiaría peligrosamente las reglas del tablero.
Publicado en La Vanguardia el 4 de septiembre de 2024
Y como ha dejado el tablero Joe Biden?
De hecho da lo mismo y lo mismo da, porque los que cortan el bacalao de verdad de la buena estan en lobbies que no votamos asi en plan Trilateral, Davos, Bilderberg… etc
No ens atabalem Sr. Foix i anem a lo segur, «La força de les arrels» el seu llibre (Columna) que es presentara el 18 de septembre. Una setmana despres, un altra Diada.
Per molts anys!