La aristocracia del futuro


Una clase del colegio Pare Damià de Barcelona aprende sobre fake news. (Foto Pau Venteo / Shooting)

El pensamiento independiente que se traduce en tener criterio propio está en declive porque el ambiente no invita a la reflexión sino a un desmesurado activismo subjetivo. Cada vez somos más consumidores que ciudadanos, como apuntaba Bauman hace unos años. De la comida rápida hemos pasado al pensamiento rápido. La indigestión en sociedades falsamente informadas es más que probable.

Sabemos más cosas sobre todo y a todas horas y con frecuencia desconocemos lo que ocurre. El hecho de que el éxito de un texto o un vídeo sea medido por el número de me gusta que genera me recuerda a dos genios de la pintura y de la literatura. Van Gogh vendió un solo cuadro en su vida, y cuando murió Kafka en 1924 solo se tiene constancia de unos doscientos ejemplares de escritos parciales que llegaron a manos de sus amigos literarios y escasos lectores.

El caudal informativo que circula por internet otorga mucho poder a los que tienen millones de seguidores en las plataformas digitales, pero no hacen más ciudadanos sabios. Lo banal se impone sobre lo real.

Es bien conocida la idea de Isaiah Berlin de que el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo solo sabe una, que puede ser la más importante. Es una incógnita el saber qué influencia tendrán cuantos multimillonarios tecnológicos se acercan a Donald Trump para entrar en su gobierno o para obtener favores en sus plataformas y redes sociales. Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg son los grandes capitalistas que pueden enaltecer o hundir con sus algoritmos entrecruzados a millones de seguidores, parecidos a las masas que en el pasado siglo se apuntaron a los totalitarismos que destruyeron la dignidad humana. Se impuso el orden autoritario con objetivos demenciales, como los de Hitler y Stalin, despreciando la verdad y el interés general.

Los clics en una noticia no la hacen más creíble. Pero la mentira envuelta en el anonimato puede crear una realidad paralela muy destructiva porque es falsa, por muchos millones que la compartan. De ahí que la aristocracia del futuro sea la de aquellos que dispongan de información fiable, contrastada y libre de intoxicaciones y manipulaciones. Por eso pienso que los medios de referencia, los que ponderan la realidad, ahora y siempre, serán aquellos que más se aproximen a la verdad.

Publicado en La Vanguardia el 5 de diciembre de 2024

  7 comentarios por “La aristocracia del futuro

  1. Lluis,
    Excelente articulo. La ultima frase es genial.

    El gran reto de los medios de comunicacion y en partticular de los editores sera liderar los medios con personas, que sean opinadores, periodistas, colaboradores en los que la VERDAD sea la prioridad.

    Gente como Tu que apliquen lo que en algun momento te he leido o escuchado: «tener informacion cierta, entenderla, interiorizarla, verbaliczar-la y si al final tienes coraje, emitir opinion»….. y ademas ayuden a que los lecdtores/oyentes pienses…

    Buen fin de semana
    Brunet de Bellmunt

  2. Les monarquias duran seclas han protegit els seus interessos manipulan el poble i apoiansa amb la religio.Aquesta vegada la cosmovisio del món aportarà un nou paradigma que encara ha de néixer.

  3. También es periodismo indigno cuando conociendo con certeza unos hechos, no los publican por intereses y motivos que pueden perjudicar a su editorial.
    Y que decir cuando no contradicen a otro medio informativo, cuando saben que no es cierta la noticia, por aquello de que entre ellos no se muerden.
    La clase política está muy desprestigiada. La periodística también. Como no es bueno ni real generalizar, digo que no toda y es cierto. El problema para el ciudadano es distinguir el grano de la paja.

  4. Me gusta Kafka. El relato de «El fogonero del barco», por nombrar uno, es inmejorable.
    En éste estilo, también me apunto a Pere Calders. Si no le habéis leído, ¿A que esperáis?

  5. Impresionante esto de Kafka que nos cuenta cómo un campesino quiere pasar durante toda su vida por una puerta defendida por un guardián para acceder a la Ley y cuando muere y este le dice que ya ha cumplido su función y pasa a cerrarla.

    Yo me quedo con Victor Hugo, Dickens, Tolstói, Dostoievski, y Conrad.

    Estoy terminado El último hombre de Mary Shelley, otra que tal, que después de un par de historias de amor romántico, nos relata cómo se acerca una pandemia de peste que arrasa con todo y nadie sabe que hacer.

    Y en este día no está mal Anatomía de un instante de Javier Cercas.

    Buen día de la Constitución Sr. Lluís Foix.

    Un saludo cordial

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