Las calles de Varsovia muestran los jirones restañados de su atormentada historia, de su lucha por sobrevivir a la barbarie venida de Rusia o de Prusia. El centro de la ciudad fue devastado por los alemanes y soviéticos, uno después del otro, en el levantamiento de Varsovia de 1944. Murieron más de doscientos mil varsovianos. Estos días se estrena una película histórica sobre la guerra ruso polaca de 1920, a los dos años de haber recuperado su independencia borrada durante casi dos siglos.
Polonia ha sido aplastada por la historia varias veces. Y no olvida su pasado tan violento. Es un país que parece construido sobre ruedas, perdiendo y ganando territorios, a medida que rusos y alemanes iban ganando o perdiendo guerras. Ahora tiene las fronteras fijas, es un país democrático y forma parte de la Unión Europea desde 2004. Este semestre ejerce la presidencia rotatoria, un tanto desvirtuada después de la aplicación del Tratado de Lisboa, pero la practica con orgullo y con profesionalidad. Llevan dos años preparando este acontecimiento y más de dos mil funcionarios se han dedicado en exclusiva a que el evento fuera un éxito.
Y lo está siendo, ciertamente, a pesar de la crisis de liderazgo en Europa, a pesar de las turbulencias económicas, de la vulnerabilidad del euro y de las incertidumbres del futuro. Polonia no está en la zona euro pero le interesa formar parte cuando las aguas se hayan calmado.
Tiene previsto un crecimiento del 4 por ciento para este año, un desempleo del 8 por ciento y cientos de miles de jóvenes profesionales que han escogido el camino del exilio del trabajo en otros países de la Unión.
Polonia es un país entusiasta sobre Europa. El 80 por ciento de sus habitantes son partidarios de Europa aunque el 30 por ciento no entraría ahora en la zona euro. Europa, para los polacos, es garantía de seguridad. No olvidemos que fue el pretexto de la invasión de Polonia por parte de Hitler lo que obligó a Chamberlain a declarar la guerra de Inglaterra contra Alemania.
Hemos pasado tres días en Varsovia para conocer de cerca la situación del país que ejerce la presidencia rotatoria. La expedición ha sido presidida por el alto funcionario comunitario, Manel Camós, y formamos parte de ella varios periodistas y académicos que nos forjamos en los duros tiempos de la guerra fría. El profesor Joan B. Culla nos resume con precisión la identidad de un pueblo forjada en la lucha con sus vecinos. La tragedia de la Guerra, en la que murieron seis millones de polacos (unos tres millones de judíos entre ellos) la sitúa en el hecho de que Hitler convirtió a Polonia en el matadero del Reich y Stalin ordenó el asesinato de toda la oficialidad polaca en los bosques de Katyn.
Polonia no puede olvidar su pasado aunque está convencida de que su futuro tiene que pasar necesariamente por formar parte de Europa. Polonia es Europa, dicen una y otra vez los intelectuales, diplomáticos y altos funcionarios con los que hemos hablado estos días.
Era mi cuarta visita a Varsovia. La primera, al final de los años setenta, todavía estaba presidida por el Palacio de la Cultura, un edificio estalinista del dudoso gusto del socialismo real. No había libertades y ni siquiera se había manifestado públicamente la fuerza del sindicato Solidaridad. Gris y triste. Espías y colaboradores del régimen mantenían el orden ficticio.
Luego estuve en tiempos de Solidaridad, entrevisté a Lech Walesa, visité la iglesia del padre Popielusko, hablé con Kuron y otros intelectuales que formaban un frente común contra el régimen. Iba de la mano de Maciej Stasinski que se convertiría en corresponsal fijo de La Vanguardia en Polonia.
Las huellas del socialismo real se ven en varios entornos de la ciudad. En los edificios y en el trazado de sus rectilíneas avenidas. Pero también quedan las huellas de quienes fueron grandes personajes de la historia polaca y que están justamente representados en grandes monumentos, parques y plazas.
Copérnico ocupa un lugar preferente, justo delante de la Academia de las Ciencias, y delante mismo de la Iglesia de San Juan en la que está depositado el corazón embalsamado de Federico Chopin que es una de las glorias inmortales de Polonia. Calles, estatuas, parques y evocaciones del gran músico que tuvo una obsesión por el piano, tan benéfica para la historia de la Humanidad. María Curie fue la primera persona en recibir dos premios Nobel y la primera mujer que enseñó en la Universidad de París. Placas de Joseph Conrad, el escritor de los mares, del músico Penderecki, de mariscales, de generales y estadistas frustrados polacos te los tropiezas en cada calle. El Papa Juan Pablo II está presente en muchas plazas y avenidas. Los polacos no olvidan su papel crucial en la recuperación de las libertades.
Polonia encuentra su energía en su pasado. Un pasado que fue europeo y que ahora lo practica con orgullo y naturalidad. El drama de los judíos del siglo XX tuvo un punto de trágico final en Polonia. La historia de los judíos polacos abarca prácticamente un milenio. Comenzó con un largo periodo de tolerancia religiosa y prosperidad para la comunidad judía del país y acabó dramáticamente con la aniquilación de la práctica totalidad de la comunidad en el siglo XX durante la ocupación nazi y el Holocausto.
Se siente segura en Europa. Disfruta de todas las ventajas y de pocos inconvenientes. En la Constitución habían previsto que el Estado no podía endeudarse más del cuatro por ciento. No están en el euro y no tienen problemas de liquidez. El nivel de vida, es cierto, es muy inferior al de la media europea, pero el ritmo de crecimiento es potente y sostenido.
El 9 de octubre hay elecciones generales. Las encuestas indican que la centrista Plataforma Cívica conservará el poder aunque no hay que descartar la posibilidad que el partido de Ley y Justicia, fundado por los gemelos Kaczynski tengan un buen resultado. Los gemelos Kaczynski, uno de ellos fallecido siendo presidente en la tragedia aérea de Smolensc, representan una Polonia que no ha entendido ni ha querido la modernidad. No son europeistas. Pero es una Polonia que existe y que sigue siendo muy poderosa.
La impresión que la gente de a pié nos formamos de los países (sobre todo de los que nos quedan menos próximos) es muy fragmentaria y deficiente, y seguramente muy escorada en función de los inputs, un tanto aleatorios, que de los mismos nos llegan. Debe ser por esto que no me cuadra esta Polonia que nos describe, europeista y ansiosa de encontrar su sitio en Unión Europea, con la Polonia integrista de Karol Wojtyla y Lech Walesa, que se apuntó con entusiasmo a la «nueva Europa» de Donald Rumsfeld, y que ha venido dando apoyo mayoritario al partido euro-escéptico de los hermanos Kaczynski.
Ahora que veo a Milan Mestre y que a Ridao le están dando puerta en Erc, hace unos años, creo que en Btv había unos debates Ridao -Milan Miestre que eran toda una lección.
Europa no puede crecer mas, estos paises del este crearan mas problemas de los que hay ahora.
Con su excelente artículo, Sr. Foix, ha hecho un repaso a la historia de Polonia y documentado la Europa contemporánea. Gracias.
Reciba el más cordial saludo de
J. M. Caparrós Lera
Catedrático de Historia Contemporánea (UB)
Sr.Foix: Viendo a tantos catalanes en Varsovia empiezo a pensar que la serie Polònia de TV3 va en serio…
Sr.Foix: De Varsovia a Londres…Permitame una exclusiva, Rafael Ramos ha conseguido saber todo lo que se cuece en Downing Street…
http://blogs.lavanguardia.com/el-cocinero-de-downing-street