El jueves se cumplen sesenta años de la entrada de las tropas soviéticas en el campo de exterminio de Auschwitz. Ha transcurrido más de medio siglo desde el descubrimiento de la barbaridad. El canciller Schröder ha pedido vigilancia para combatir el antisemitismo. La gran mayoría de alemanes que viven hoy, dijo el canciller, no tienen culpa del Holocausto aunque sí tienen una especial responsabilidad.
Nos gustaría gritar, decía Hannah Arendt, que nada de esto es real, aunque vemos que lo real son las ruinas, lo real es el espanto del pasado, lo real son los muertos que habéis olvidado. No, Alemania no ha olvidado lo que pasó. Ha aceptado el sentido de culpa, ha pedido perdón y se ha dedicado a construir una cultura política para que nunca más se puedan repetir los horrores de aquellos trece años trágicos para los alemanes y para el mundo.
Jorge Semprún, al relatar sus experiencias en un campo de concentración alemán (La escritura o la vida), dice que las mismas “experiencias políticas que hacen que la historia de Alemania sea una historia trágica, también pueden permitirle situarse en la vanguardia de una expansión democrática y universalista de la idea de Europa”.
El canciller Schröder dijo en un teatro berlinés que la maldad del Holocausto no puede simplemente atribuirse al “demonio de Hitler” y recordó que muchos alemanes apoyaron a los nazis. La ideología nazi, añadió, no vino de ninguna parte sino que fue el resultado de un proceso que llevó a la brutalidad y a la pérdida de las inhibiciones morales.
Sebastián Haffner, un periodista que escapó de Alemania al final de los años treinta, cuando la guerra estaba a punto de estallar, relata en “Historia de un alemán”, que la mayoría de la gente que empezó a vitorearle en el Palacio de los Deportes en 1930 probablemente no habría pedido fuego en la calle a un hombre como aquel. Pero “es ahí donde empezaba lo raro que consistía en la fascinación que ejercía precisamente lo más repugnante, lo nauseabundo, ese rezumadero de asco llevado al extremo”.
A continuación vino la pérdida de la ilusión por la vida, la falta de amabilidad, la desaparición de la inocencia. Tampoco había apenas libros buenos y seguro que ya no quedaba gente interesada en ellos. En Alemania, concluye Haffner, el aire se había viciado rápidamente.
Tengo una gran admiración por los alemanes que han sabido aceptar sus errores, pedir perdón, y dedicarse a ahuyentar para siempre los fantasmas sociales y políticos que llevaron a aquella tragedia. Se ha hecho realidad aquella expresión de Thomas Mann cuando dijo que prefería una Alemania europeizada a una Europa germanizada.
El monumento al Holocausto que se inaugurará el jueves junto a la Puerta de Brandeburgo berlinesa será un símbolo para no olvidar lo que pasó. Hay todavía síntomas preocupantes de antisemitismo en algunos países europeos. Hay que hacer todo lo posible para combatirlos y erradicarlos. Seis millones de judíos fueron exterminados en el Holocausto. Otros varios millones de polacos, gitanos, homosexuales fueron esclavizados y finalmente asesinados masivamente.
Los genocidios, por desgracia, no han desaparecido. Hemos visto su macabra ejecución en países como Camboya, Ruanda y la ex Yugoslavia. La historia es el pasado que no pasa. Siempre puede reaparecer de distintas formas. Un pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla. Agradezco a esta y a las anteriores generaciones de alemanes desde la post guerra la valentía y la humildad con la que se han enfrentado a su pasado contribuyendo generosamente a la construcción de Europa.
todavia existeun olocausto de terror en el mundo , mueren millones de personas dehambre, mutilados por las guerras sobre todo niños inocentes que se desangran de dolor y nos terroriza el olocauto judio lo que pasa en el mundo es el mismo terror tambien nos estan exterminando nuestros presidentes no nos agamos pendejos.