La boda parisina de Ronaldo, que no fue una boda exactamente, reunió los requisitos de glamour, impacto mediático y relevancia futbolera que ha querido impulsar Florentino Pérez en su equipo galáctico. Es pronto para vaticinar una segunda temporada sin títulos blancos. Pero me atrevo a avanzar que el concepto futbolístico introducido por el Madrid, talonario en mano, fichando a figuras por el solo hecho de serlo, no va a dar resultado tampoco este año. Desde que se fue Del Bosque, aquel personaje tan hispánico, más Sancho Panza que Don Quijote, el desfile de entrenadores no ha parado. Le siguió el portugués Queiroz, con aspecto galáctico. Vino Camacho, más garbancero y de la escudería de la casa, que fue sustituido por su ayudante García Remón que tampoco supo domar a los genios. Finalmente apareció Luxemburgo, Luxe para los amigos, que tuvo un arranque espectacular con siete victorias consecutivas, hasta tropezar con los leones bilbaínos que han vuelto a situar al Madrid a siete puntos del líder. No puede haber relación entre la no boda de Ronaldo celebrada con todos los focos de los “paparazzi” en París y la derrota ante el Athletic. Lo que me extraña es que el propio as brasileño haya lamentado haber conocido por los periódicos la multa que el club le ha puesto por dos retrasos consecutivos. Más me ha extrañado todavía que fuera el club el que fijara la fecha de su boda virtual. Se lamenta el internacional brasileño que su enlace con Daniela Cicarelli ocupara más páginas que el partido contra el Bilbao. El Madrid galáctico tiene más interés para la prensa rosa que para la deportiva. Beckham ha sido padre por tercera vez. El estilo que don Florentino ha impuesto está dando frutos.