Las relaciones internacionales son siempre de largo recorrido. Ni se crean amistades súbitas ni se rompe bruscamente con un aliado. La diplomacia es lenta y sutil. Y no olvida los desencuentros inmediatos o lejanos. La visita de George Bush a Europa ha sido muy positiva porque ha roto el hielo de las tensas relaciones entre la vieja Europa y la administración Bush a raíz de la guerra de Iraq.
El presidente americano empieza su segundo mandato con la necesidad y el deseo de recomponer sus relaciones con la Unión Europea, especialmente con aquellos países que como Francia, Alemania y el gobierno Zapatero se apartaron de su política en la guerra. En la cumbre de Bruselas se ha llegado incluso a proponer una conferencia internacional sobre la recuperación de Iraq.
Es en beneficio de Estados Unidos y de la Unión Europea que la situación en Iraq se normalice lo antes posible. Las elecciones que dieron la mayoría a los chiítas no significan que los iraquíes vayan a vivir en paz. Habrá más actos de terrorismo, más acciones de la insurgencia y nuevas desavenencias étnicas entre chiítas, sunitas y kurdos.
La guerra ha ocurrido y es de esperar que los iraquíes sepan administrar sus propias discrepancias. Pero mientras haya más de ciento cincuenta mil soldados extranjeros en el territorio será muy difícil que los iraquíes se sientan libres. Y esta situación se puede prolongar por mucho tiempo. Europa puede colaborar en la reconstrucción y mediar para que Iraq deje de ser un foco del terrorismo internacional. Aunque antes de la guerra no hubiera terrorismo.
Las desavenencias entre la administración Bush y Estados Unidos por la crisis de Iraq pueden superarse porque, al fin y al cabo, son los americanos los que tienen los riesgos mayores. Ha sido su guerra y suyos son los soldados desplegados.
Los nuevos problemas vendrán en otros frentes relacionados o no con Iraq. El primero es qué va a hacer la Unión Europea si Bush decide atacar total o parcialmente Irán con el pretexto de que el régimen teocrático de Teherán está construyendo armamento nuclear. Europa ha desplegado su diplomacia para negociar el rearme iraní. Pero Estados Unidos ha empezado ya a enviar comandos en Irán para detectar posibles enclaves de tratamiento nuclear.
Bush declaró en Bruselas que un ataque a Irán es ridículo pero “todas las opciones están abiertas”, lo que cabe interpretar que no se repetiría una invasión pero sin descartar acciones puntuales para destruir los centros de investigación nuclear.
La Unión europea, especialmente Francia, pretende levantar el embargo de armas a China promulgado después de los acontecimientos de la plaza Tiananmen de 1989. Estados Unidos se opone a esta decisión y la Unión Europea la defiende.
La negativa de Estados Unidos a firmar los acuerdos de Kyoto es otro de los escollos en las relaciones bilaterales. No se entiende que uno de los países que más contaminan la atmósfera no acepte firmar un protocolo que han suscrito la mayoría de países del mundo.
A pesar de todo es positivo el acercamiento de la administración Bush a la Unión Europea. El presidente ha declarado que prefiere una Europa fuerte a una Europa dividida y débil. Esto no lo decide él sino que es precisamente uno de los objetivos de la política europea.
El hecho cierto es que un presidente americano ha visitado por primera vez las instituciones europeas. La Unión Europea no es un lugar indeterminado y confuso. Es un centro de poder, con todas las carencias que se quiera, que tiene y quiere tener un papel en el mundo.