Una sola cifra, fuera de guión y sin venir a cuento, cayó sobre el estanque dorado de la política catalana. El tres por ciento pronunciado por Maragall rompía las reglas de juego hipócrita y caballerosamente establecidas en el Parlament de Catalunya. Fue muy imprudente el president al arrojar una piedra tan grande a la cara de Artur Mas sin aportar ninguna prueba.
No sirvió de nada retirar la insinuación que fue inmediatamente interpretada como una acusación. El tres por ciento. Todo el mundo lo entendió. Y se entendió más todavía cuando Maragall y Mas quisieron enterrar la cifra para el bien del Estatut y de Catalunya. Pero la cifra existe y ha sido pronunciada por el president de la Generalitat.
El fiscal Mena fue madrugador hoy al anunciar una comisión de investigación. Me dicen que el fiscal general catalán va a dar un vistazo al informe sobre la gestión de los anteriores gobiernos que fue presentado por el conseller Nadal con una introducción en la que se afirmaba que no se habían detectado responsabilidades penales. Mena piensa que el más apropiado para apreciar posibles delitos penales es la fiscalía.
Se ha abierto un incierto camino de judicialización de la política catalana. Artur Mas ha anunciado la presentación de una querella contra Maragall si no vuelve a escenificar una explícita disculpa pública sobre sus acusaciones. Esquerra Republicana dispone de cifras sobre ingresos no transparentes de CiU que ascienden a mil seiscientos millones de las antiguas pesetas al comienzo de los años noventa. Josep Piqué ha pedido oficialmente la dimisión de Maragall.
Es prematuro enterrar esta legislatura. Pero visto lo visto no parece probable que exista consenso para elaborar un proyecto de Estatut antes del verano como estaba previsto. Quizás no sea posible en toda la legislatura si se necesita el concurso imprescindible de CiU.
Si no hay Estatut, si la crisis del Carmel entra en el tortuoso camino de la comisión de investigación, si las tres patas del tripartito no actúan con una cierta unidad de propósito, si la financiación catalana no llega satisfactoriamente, la legislatura puede entrar en un estado lánguido.
El conseller Nadal hablaba en su intervención de la perversión del sistema político en Catalunya. Se refería, sin decirlo, a la financiación irregular de los partidos y muy especialmente a lo que consideraba que había sido práctica normal por parte de CiU. Pero fue Maragall y lo soltó con toda crudeza.
Podía muy bien haberle contestado Artur Mas que el único partido político catalán condenado con sentencia firme por prácticas corruptas había sido precisamente el PSC por el caso Filesa. Pero no lo dijo. Ni siquiera negó la acusación de Maragall. Ofreció un pacto de silencio para el bien de Catalunya. Y el president lo aceptó. Cubramos nuestras vergüenzas y sepultemos la financiación irregular de los partidos.
En el fondo de esta crisis se encuentra la falta de ética en la política o, dicho de otra manera, la opacidad en la financiación de los partidos políticos. En el estanque dorado catalán se han levantado un vendaval. Quienes pedían que saliera alguien para denunciar lo que sospechaban se escandalizan ahora que lo haya hecho el president Maragall. Fue imprudente e inoportuno. Pero el tres por ciento flota sobre la política catalana y muchos ciudadanos se preguntan qué hay de cierto en todo ello.