ETA ha condicionado la política vasca y la española durante muchos años. Los resultados de las elecciones del domingo no han cambiado la situación. Los nueve escaños conseguidos por Batasuna, disfrazada bajo las siglas del Partido Comunista de las Tierras Vascas, no serán decisorios.
Pero el doce por ciento de votos conseguidos por Batasuna indican que son demasiados los vascos que directa o indirectamente apoyan a ETA y simpatizan con sus tesis que van desde el acercamiento de los presos hasta una peregrina visión de liberación de Euskadi.
El plan Ibarretxe se estrelló en el Congreso de los Diputados y ha sido desautorizado por el electorado vasco. Es inútil insistir en esta opción tan obsesivamente defendida por el lehendakari.
No cabe otra salida que buscar soluciones en el diálogo que con tanto empeño proclamaba Ibarretxe. Pero tendrá que ser un diálogo desde la humildad y no desde la prepotencia. Un diálogo en el que participen todos. Incluso el Partido Popular.
Una sociedad tan radicalmente dividida no puede avanzar ni progresar. Es hora de recomponer las complicidades entre nacionalistas y no nacionalistas. Si ETA anunciara el fin de la violencia y depusiera las armas se habría dado el gran paso. Mientras esto no ocurra la paz política y social estará muy lejos.